VENERABLE DIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ Sacerdote diocesano
VENERABLEDIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZSacerdote diocesano

Gracias

Respetable Padre en Jesús, Paz y Bien.

Le pongo estas letras para notificarle que días pasa­dos vino de Alicante mi hermana a verme a la que le había mandado una reliquia de D. Diego y cual no habrá sido mi  sorpresa al saber que se ha obrado un milagro. El caso ocurrió  así: Le mandé la reliquia para que encomendará un problema que tiene con el hijo mayor y a la vez para una sobrina; se encontró a una señora que tenía su niño ciego y no se resignaba a ella, mi hermana le dio la reliquia y le dijo que se la pusiera al niño y pidiera al santo sacerdo­te por la recuperación de la vista . Cual no sería la sor­presa al decirle el médico que el niño ha recuperado la visión total.

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Me llamo E.I.H.,  estoy casada y tengo tres hijos. Yo tenía referencia de Dn. DIEGO por medio de una amiga mía.

 

Hace dos años unos primos de mi, marido, tuvie­ron un accidente viniendo de Pinto hacia Madrid donde trabajan, el turismo en que venían fue arrollado por un camión, dos de ellos quedaron milagrosamente - con lesiones leves y los otros - dos en estado muy grave, uno de ellos en estado de coma al cual no nos dejaron ver, el otro sufrió un golpe en la cabeza a ca­usa del cual quedó con el rostro desfigurado y con una gran excitación nervio­sa, sus dolores debían ser tan fuertes que no permitía que nadie se acercase a él

 

Los médicos opinaban que su recuperación física sería buena, pero que mentalmente nunca quedaría bien.

 

Mi marido y yo, nos pusimos en camino hacia el hospital "1º de Octubre” y cuando llegamos nos dijeron los tíos que no intentásemos pasar, a pesar de  lo que nos decían yo decidí entrar en la habitación, al verle tan excitado, intenté consolarlo pero era imposible, entonces me acordé que llevaba en el bol­so un trozo de sotana de D. DIEGO (que me había dado esta amiga mía) y como pude empecé a pasárselo por la frente y la reacción fue inmediata, empezó a tran­quilizarse y yo permanecí a su lado sin ningún problema, su recuperación ha sido total y hoy está casado y es una persona completamente normal.

 

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Le pongo estas letras para notificarle mi sorpresa. El caso ocurrió así: le mandé a mi hermana una reliquia de D. Diego para que encomendara un problema que tiene con el hijo mayor y a la vez para una sobrina, se encontró con una señora que tenía su niño a la cual los médicos le habían diagnosticado que había nacido ciego, ella no se resignaba. Mi hermana le dio la reliquia y le pidió que se la pusiera al niño pidiendo a D. Diego la recuperación de la vista. Cuál no sería la sorpresa que notó que su hijo comenzaba a dar síntomas de que veía. Nuevamente, a los tres meses, insistió al médico para que le hiciese unas pruebas. Al principio no la quisieron atender pero su insistencia fue mayor. Cuando por fin las realizaron, efectivamente, el niño había recuperado la visión. Aunque ha quedado con una pequeña deficiencia, pero está muy agradecida a D. Diego por esta gracia.
M.E.

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Testimonio de la Família Martínez Ferrándiz.

 

                        En Septiembre del 2008. Estando unos hermanos con sus primos jugando; uno de los niños, de 2 años de edad, José, en un accidente fortuito,  al cerrarse  una puerta, por un atrapamiento del dedo; se produjo un traumatismo grave en uno de los deditos, produciéndole una fractura abierta de la tercera falange del dedo anular de la mano izq. con avulsión de la tabla ungueal, y una sección del 50% del pulpejo, persistiendo  el pedículo palmar.

 

 Este niño, es el menor de cuatro hermanos, inmediatamente lo llevamos al Hospital de Elda, pero antes de llegar al mismo nos encomendamos al Siervo de Dios Padre Diego Hernández, los padres y los hermanos primero, y luego inmediatamente avisamos a amigos en la Fe, para que rezaran por el niño, y lo encomendaran también al Padre Diego. Al niño lo atendió el traumatólogo Jimenez Busselo, suturándole el pulpejo y reinsertándole  la tabla ungueal. El niño fue anestesiado regionalmente, en el dedo, y permaneció, tranquilo e incluso se durmió durante el procedimiento de limpieza y sutura.

 

El facultativo nos informó de la gravedad de la situación, sobre la  viabilidad del dedito, y nos dio  un pronóstico desfavorable, en cuanto a la posibilidad de perder la falange y el pulpejo, es decir, la puntita del dedo. La información nos conmocionó, pero estábamos esperanzados en la acción de Dios, a través, de quien es su amigo, el Padre Diego. Fuimos llevando al niño a las curas cada 48horas, y le dimos el tratamiento que nos recomendó el facultativo. A las 48 horas, primera cura, el aspecto del dedito era muy favorable. Pero la precaución de los médicos, no nos confirmaba lo que estábamos viendo, ellos decían que hasta siete o diez días, es posible una complicación, dado el mal estado en que estaba el dedo, cuando llegó al Hospital.

 

 Gracias a Dios, por la intervención sanadora del Padre Diego, no hubo complicaciones y a día de hoy, el dedo está sano y con una uña nueva. La oración de sus hermanos ante la reliquia de Don Diego, la de sus padres, poniéndole la reliquia de Don Diego en el dedito y la de religiosas  sacerdotes,  y amigos de la familia, movieron el corazón ardiente del Padre Diego, para tener a bien en  favorecernos con esta gracia. No obstante, le pedimos a Don Diego, que interceda por nosotros, para que seamos Santos, y ardientes enamorados de Jesús.

 

 

19 Octubre de 2008.

Beatificación de Luis Martin y Celia. (Padres de Sta. Teresita de Lisieux)

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Soy religiosa Justiniana y hace 10 u 11 años empecé a sentirme mal, notaba que no podía llevar el ritmo normal de la Comunidad. Como nunca había estado enferma no le di ninguna importancia. Pero se acrecentaba mi cansancio y la Madre me dijo de visitar al médico.

 

1993. El médico después de observarme solicitó un estudio más detallado de mi situación. Al recibir los informes le pedí al médico que como en mi familia se había padecido de cáncer me dijera siempre la verdad. Él me dijo que me tenían que operar, pues era necesario extirpar toda la zona afectada por el cáncer. Después del tiempo de recuperación me sentí bien, pero pronto volví a encontrarme muy cansada y con dolores. En 1995 volvieron a operarme de un nuevo tumor cancerígeno. Recibí tratamiento de quimioterapia y radioterapia. Pero, poco a poco iba empeorando. En febrero de 1999 fui ingresada nuevamente en el Hospital por pancreatitis aguda e hidronefrosis, colocándome un catéter doble. Dos años después con el diagnóstico de hidronefrosis derecha probablemente secundaria a metástasis soy remitida al Servicio de Cuidados Paliativos domiciliarios, a los que siempre estaré muy agradecida como a todos quienes me han asistido en mi enfermedad. Siempre fui consciente y asumí con la gracia de Dios mi progresivo empeoramiento a consecuencia del cáncer.

 

Mi situación se agravaba y mi deterioro general era muy rápido. Los últimos meses del año 2001 fueron muy dolorosos, por lo que precisaba medicamentos para paliar mis dolores. Perdí mucho peso y quedé prácticamente inmóvil. En la segunda quincena de febrero de 2002 recibí la última transfusión de sangre, sin mejoría clínica posible. Permanecía permanentemente en la cama, ya no podía andar y me quedé sin poder mover de los hombros hacia abajo (tenía muy poca movilidad en las manos), sólo movía la cabeza. Los médicos comunicaron a la Madre la extrema gravedad de mi situación. Así llegué a la Semana Santa del 2002. Yo sólo sé que me moría. Tanto era el dolor que me mordía los dedos y la mano para no quejarme. Incluso la Comunidad dudaba de preparar el Monumento del Jueves Santo, pues esperaban mi muerte inmediata. Mi familia entró en clausura para despedirse de mí, y también se comenzó a realizar los preparativos en la zona del cementerio. Yo aceptaba morirme y estar para siempre con Cristo Resucitado.

 

En esos días vino a visitar a la Comunidad una persona trayendo una reliquia del P. Diego Hernández, era un trozo de sotana. Yo recordé que mi madre nos contaba de un seminarista que salvó durante la guerra civil las especies eucarísticas cuando quemaron la Iglesia de Javalí Nuevo. Entonces recé y dije: D. Diego ayúdame. No tengo miedo a la muerte, pero ayúdame y cúrame. Las hermanas me dieron la reliquia y yo la besé y me la pasé por el cuerpo con gran dificultad.

 

Al marcharse las hermanas, estando sola pensé: como la reliquia es un trozo de tela, corto un trozo y me la pongo en el cuerpo pegada. Moví la cabeza y con mucha dificultad alcancé con las manos la reliquia que estaba en la mesita junto a la cama. Intenté cortarla con la mano, pero mis fuerzas no me lo permitieron. Entonces comencé despacio a sacar pequeños hilillos y haciendo un pequeño ovillo con ellos, lo pegué en un trozo de esparadrapo que corté con los dientes. Me lo puse en la zona del vientre.

 

Cuando volvieron las hermanas me preguntaron si me había puesto la reliquia y les contesté afirmativamente. Al venir la Madre a verme esa noche me volvió a preguntar. Yo le contesté que le había pedido a D. Diego que si me curaba ayudaría a subirlo a los altares y haría muchas reliquias de él. La Madre me habló de la fe. Yo le contesté: dice el Señor que si tuviéramos fe como un grano de mostaza moveríamos las montañas, entonces, ¿cómo mi cuerpo tan pequeñito no lo puede mover un poco? La Madre me invitó a moverme. Y yo interiormente recé diciendo que con la gracia de Dios y la gracia que Dios le había dado a D. Diego eso sería posible. Encogí mis piernas y me di la vuelta. La sorpresa fue muy grande. Llamaron al médico por teléfono y éste contestó que no me moviera pues mi fragilidad era muy grande. Entre las monjas hablaban de que sería esa mejoría que se produce antes de la muerte. Yo me sentí curada.

 

Al día siguiente, el 4 de abril de 2002, al venir el médico le pedí que me dejara andar. Me contestó que no. Yo les enseñé la reliquia que tenía pegada al estómago. Insistían que no me moviera, aunque yo sentía que deseaba andar. Al marcharse me senté en la cama. Llegaron otros médicos y me dijeron si podía andar. Me incorporé con esfuerzo y me puse de pie. Les comenté que estaba convencida de mi curación. Al avisar al médico de cabecera vino y dijo que no se lo explicaba pues me quedaban sólo días. Al día siguiente ya les esperé en la entrada del ascensor. El día 18 de abril no tenía ningún síntoma de mi enfermedad más que una leve astenia. Gracias Señor, gracias D. Diego.

 

En mayo de 2003, en una revisión urológica, al retirarme el catéter doble que llevaba desde 1999 pedí voluntariamente que no se me volviera a poner pues desde hacía tiempo experimentaba que no me era necesario. Y así se hizo.

 

Cuando iba al Hospital las enfermeras se sorprendían y me decían: la hemos visto muerta, sólo le quedaban momentos de vida y ¿qué le ha pasado?; ¿a qué santo se ha encomendado, hermana? Incluso alguna me llama “la monja del milagro”. Otros me dicen: nos va a hacer creer a los que no creemos.

 

Yo después de dos años estoy muy bien y los médicos tras varias revisiones afirman mi estabilidad. Llevo el ritmo de la comunidad haciendo vida normal. Como y digiero sin dificultad.

 

Le doy en cada momento gracias a Dios y a D. Diego. Esta gracia sólo la puede comprender verdaderamente Dios y quien sepa lo que es un cáncer terminal. Ahora pido mucho por los donantes de sangre y por los enfermos de cáncer.

Hna. M. M. R.

 

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Quiero manifestar el gran favor (“yo lo considero milagro”) que D. Diego Hernández nos ha hecho a mi familia. Le supliqué que nos ayudara e intercediera ante Dios, y nos escuchó. Soy una gran devota de D Diego y no dejo ningún día de darle gracias y rogarle que interceda ante el Padre por todos nosotros y nos proteja. Mi caso es el siguiente.
Mi hija de repente se notó un pequeño bulto, como una avellana, en el brazo, parte anterior del codo. Le molestaba un poco. Había hecho un esfuerzo y lo achacó a eso.
Fue al médico, en una clínica privada, y después de diversas pruebas vieron que no era nada de hueso. Para más seguridad le hicieron una biopsia. Al recoger todos los resultados, tres días después, nos dicen que tiene un tumor y nos envían de urgencia a un cirujano muy bueno. Mira todos los estudios que han hecho y claramente dice que es un SARCOMA y que en una semana hay que operar. No hay otra solución que amputar el brazo por encima del codo para salvar la vida. Pueden suponer cómo nos quedamos. 
En el transcurso de esa semana volvimos en dos ocasiones, porque no le dolía nada y notamos que el bultito había disminuido. Era viernes y el quirófano para operar estaba para el lunes. Pedimos otra biopsia. A la vista de todo lo que sucedía, cambió de opinión el cirujano, y el lunes en quirófano, en vez de amputar el brazo, realizaron una nueva biopsia de unos 4’5 cm. Los resultados: nada de sarcoma. 

Nosotros lo atribuimos a mi devoción a D. Diego, y sin dudar a Dios nuestro Señor que atendió la intercesión de D. Diego, y a su misericordia. Le ruego que me den un número de cuenta y entidad para poder enviar un donativo para su causa de beatificación. Atentamente, 
M.R.

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Les escribo para darles mil gracias. Entre sus oraciones y la reliquia de Don Diego Hernández, que la llevo siempre encima, han hecho que mi pierna, que hablaban de amputar, esté casi curada. Fue ponerme un trocito de sotana de Don Diego y cesar de supurarme. La supuración que tenía no era normal, tenía que cambiarme las vendas, que eran varias, muchas veces al día. Por la noche me ponía las vendas limpias y me tenía que poner empapadores, una toalla grande encima de la sábana, etc. Fue ponerme la reliquia de Don Diego y no salir ni una gota más. Y no sólo eso, que fue mejorando día a día, ahora sólo me queda una úlcera que también está mucho mejor. Muchas gracias y un abrazo.

M.Z.

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En el mes de octubre (2002) una amiga me pidió que rezara por su hermano que había tenido un accidente. Un astilla metálica de unos 3 mm. se le había clavado en la cornea del ojo atravesándola por completo. Este accidente provocó no sólo que perdiera la vista de ese ojo sino además, según los médicos, tenía muchas probabilidades de perder el ojo debido a los numerosos daños que la astilla había provocado. Encomendé entonces a este joven a Dios mediante al intercesión del Padre Diego, para que si era su voluntad el joven no perdiese la visión del ojo. Mi petición tuvo enseguida respuesta. Pasadas dos semanas aproximadamente, mi amiga muy contenta me dijo que su hermano no solo había recuperado el ojo si no que además podía ver. Doy gracias a Dios por permitir que almas como las del Padre Diego sean intercesores nuestros para darle más gloria a Dios.

Mª Jesús R.

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Después de 12 años que murió mi madre me decido a dar testimonio de una gracia muy especial que le hizo el Padre Diego. Mi madre estaba muy enferma. Tenía un cáncer y todos los días le pinchaban morfina. De un momento a otro esperábamos su final; tenía el vientre muy hinchado y del estómago a la boca era una pura llaga que le dificultaba tomar cualquier alimento o beber agua. Yo tenía un trozo de sotana que me trajo un familiar de D. Diego. Se lo puse encima del vientre y al ponérselo me dijo: dile al practicante que hoy no me pinche. Y ya no le pincharon más. El vientre se le rebajó y quedó normal. El médico que le visitaba al volver de vacaciones preguntó si había muerto mi madre. Su sorpresa fue verla levantada y tan bien, me dijo: creo en los milagros, realmente su madre no podía vivir como estaba. Este trozo de tela se ha ido dejando a varias personas enfermas de cáncer y todos han sentido alivio y han muerto en paz. A los dos años mi madre murió con el trozo de tela de D. Diego fuertemente agarrado. Estaba muy agradecida a él por el favor tan grande que le hizo.
Hna. Mª Emilia N.

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Soy religiosa y hace 10 u 11 años empecé a sentirme mal, notaba que no podía llevar el ritmo normal de la Comunidad. Como nunca había estado enferma no le di ninguna importancia. Pero se acrecentaba mi cansancio y la Madre me dijo de visitar al médico.

1993. El médico después de observarme solicitó un estudio más detallado de mi situación. Al recibir los informes le pedí al médico que como en mi familia se había padecido de cáncer me dijera siempre la verdad. Él me dijo que me tenían que operar, pues era necesario extirpar toda la zona afectada por el cáncer. Después del tiempo de recuperación me sentí bien, pero pronto volví a encontrarme muy cansada y con dolores. En 1995 volvieron a operarme de un nuevo tumor cancerígeno. Recibí tratamiento de quimioterapia y radioterapia. Pero, poco a poco iba empeorando. En febrero de 1999 fui ingresada nuevamente en el Hospital por pancreatitis aguda e hidronefrosis, colocándome un catéter doble. Dos años después con el diagnóstico de hidronefrosis derecha probablemente secundaria a metástasis soy remitida al Servicio de Cuidados Paliativos domiciliarios, a los que siempre estaré muy agradecida como a todos quienes me han asistido en mi enfermedad. Siempre fui consciente y asumí con la gracia de Dios mi progresivo empeoramiento a consecuencia del cáncer.

Mi situación se agravaba y mi deterioro general era muy rápido. Los últimos meses del año 2001 fueron muy dolorosos, por lo que precisaba medicamentos para paliar mis dolores. Perdí mucho peso y quedé prácticamente inmóvil. En la segunda quincena de febrero de 2002 recibí la última transfusión de sangre, sin mejoría clínica posible. Permanecía permanentemente en la cama, ya no podía andar y me quedé sin poder mover de los hombros hacia abajo (tenía muy poca movilidad en las manos), sólo movía la cabeza. Los médicos comunicaron a la Madre la extrema gravedad de mi situación. Así llegué a la Semana Santa del 2002. Yo sólo sé que me moría. Tanto era el dolor que me mordía los dedos y la mano para no quejarme. Incluso la Comunidad dudaba de preparar el Monumento del Jueves Santo, pues esperaban mi muerte inmediata. Mi familia entró en clausura para despedirse de mí, y también se comenzó a realizar los preparativos en la zona del cementerio. Yo aceptaba morirme y estar para siempre con Cristo Resucitado.

En esos días vino a visitar a la Comunidad una persona trayendo una reliquia del P. Diego Hernández, era un trozo de sotana. Yo recordé que mi madre nos contaba de un seminarista que salvó durante la guerra civil las especies eucarísticas cuando quemaron la Iglesia de Javalí Nuevo. Entonces recé y dije: D. Diego ayúdame. No tengo miedo a la muerte, pero ayúdame y cúrame. Las hermanas me dieron la reliquia y yo la besé y me la pasé por el cuerpo con gran dificultad.

Al marcharse las hermanas, estando sola pensé: como la reliquia es un trozo de tela, corto un trozo y me la pongo en el cuerpo pegada. Moví la cabeza y con mucha dificultad alcancé con las manos la reliquia que estaba en la mesita junto a la cama. Intenté cortarla con la mano, pero mis fuerzas no me lo permitieron. Entonces comencé despacio a sacar pequeños hilillos y haciendo un pequeño ovillo con ellos, lo pegué en un trozo de esparadrapo que corté con los dientes. Me lo puse en la zona del vientre.

Cuando volvieron las hermanas me preguntaron si me había puesto la reliquia y les contesté afirmativamente. Al venir la Madre a verme esa noche me volvió a preguntar. Yo le contesté que le había pedido a D. Diego que si me curaba ayudaría a subirlo a los altares y haría muchas reliquias de él. La Madre me habló de la fe. Yo le contesté: dice el Señor que si tuviéramos fe como un grano de mostaza moveríamos las montañas, entonces, ¿cómo mi cuerpo tan pequeñito no lo puede mover un poco? La Madre me invitó a moverme. Y yo interiormente recé diciendo que con la gracia de Dios y la gracia que Dios le había dado a D. Diego eso sería posible. Encogí mis piernas y me di la vuelta. La sorpresa fue muy grande. Llamaron al médico por teléfono y éste contestó que no me moviera pues mi fragilidad era muy grande. Entre las monjas hablaban de que sería esa mejoría que se produce antes de la muerte. Yo me sentí curada.

Al día siguiente, el 4 de abril de 2002, al venir el médico le pedí que me dejara andar. Me contestó que no. Yo les enseñé la reliquia que tenía pegada al estómago. Insistían que no me moviera, aunque yo sentía que deseaba andar. Al marcharse me senté en la cama. Llegaron otros médicos y me dijeron si podía andar. Me incorporé con esfuerzo y me puse de pie. Les comenté que estaba convencida de mi curación. Al avisar al médico de cabecera vino y dijo que no se lo explicaba pues me quedaban sólo días. Al día siguiente ya les esperé en la entrada del ascensor. El día 18 de abril no tenía ningún síntoma de mi enfermedad más que una leve astenia. Gracias Señor, gracias D. Diego.

En mayo de 2003, en una revisión urológica, al retirarme el catéter doble que llevaba desde 1999 pedí voluntariamente que no se me volviera a poner pues desde hacía tiempo experimentaba que no me era necesario. Y así se hizo.

Cuando iba al Hospital las enfermeras se sorprendían y me decían: la hemos visto muerta, sólo le quedaban momentos de vida y ¿qué le ha pasado?; ¿a qué santo se ha encomendado, hermana? Incluso alguna me llama “la monja del milagro”. Otros me dicen: nos va a hacer creer a los que no creemos.

Yo después de dos años estoy muy bien y los médicos tras varias revisiones afirman mi estabilidad. Llevo el ritmo de la comunidad haciendo vida normal. Como y digiero sin dificultad.

Le doy en cada momento gracias a Dios y a D. Diego. Esta gracia sólo la puede comprender verdaderamente Dios y quien sepa lo que es un cáncer terminal. Ahora pido mucho por los donantes de sangre y por los enfermos de cáncer.
Hna. M. M. R.

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En el mes de febrero de 2002 comencé a tener problemas de afonía hasta llegar a la total afonía. A los tres meses me detectaron que el problema era de un pólipo en las cuerdas vocales y muy avanzado. En ese momento me dieron un volante para operarme cuanto antes. En el mes de Junio quedé embarazada y me preocupé mucho ante la posible operación. En ese momento recurrí a una amiga y le dije que pidiese por mí. Ella me encomendó al Padre Diego. Durante el desarrollo del embarazo mi afonía fue mejorando hasta que recuperé la voz. En el mes de septiembre me llamaron del hospital para una revisión antes de la operación y para mi sorpresa y la del especialista me dijo que él no encontraba nada, que estaba muy sana. Gracias a Dios.
Toñi R.

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Una noche a las tres de la mañana creía que me moría. Tenía un gran dolor y me encontraba muy enferma. Me encomendé al Padre Diego diciéndole que si se me pasaba el dolor le rezaría todos los días y le diría una Misa en acción de gracias. El Padre Diego escuchó mi súplica y a las cinco de la mañana se me fue pasando el dolor hasta que desapareció por completo. Le dije la Misa prometida y todos los días le rezo.
Francisca V.
 

Oración de intercesión

Dios misericordioso,

que en tu siervo Diego, sacerdote,

nos has dejado claro ejemplo

de amor a Jesucristo y a la Iglesia,

trabajando sin descanso

por la santificación de las almas:

te rogamos que, si es voluntad tuya,

sea reconocida ante el mundo su santidad

y me concedas por su intercesión el favor

que tanto espero de tu mano providente.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

 

(Para uso privado) Con licencia eclesiástica.

 

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