1.- Todos los cristianos sin distinción son luz del mundo y sal de la tierra. Así lo dijo Jesús a los apóstoles y demás discípulos (Mt.5,14). San Pablo llama a los cristianos "luz en el Señor" (Ef.5,8). La razón de ser luz es el hecho de haber sido bautizados. Esto está simbolizado en la noche de la Vigilia Pascual cuando encendemos nuestra vela en el Cirio que representa a Cristo resucitado, luz del mundo. El Bautismo nos injerta en Cristo y nos comunica cuanto es y cuanto tiene. El bautizado es otro Cristo.
2.- Cristo vive para el Padre y para los hombres. Cristo es santo porque está consagrado a la gloria del Padre. Es apóstol porque ha sido enviado a salvar a los hijos del Padre. Por tanto, las exigencias del Bautismo son dos: la santidad y el apostolado (A.A. 3 y 4).
3.- La masa humana y la masa cristiana rutinaria necesita la "levadura" (Mt. 13,33) para reaccionar en cristiano. En el lenguaje de hoy, cada parroquia está pidiendo a voces un grupo de base que trate de vivir valientemente las dos exigencias de su vocación bautismal, es decir, la imitación de Jesucristo con la mayor perfección posible, pero dentro de la vida seglar más estricta y en medio de las circunstancias del propio estado y ambiente social donde la Divina Providencia los haya colocado. La condición de levadura pide esforzarse por no diferenciarse en nada -"menos en el pecado"- de las demás personas con quienes tratan y conviven.
4.- "Los seglares están llamados, a fuer de miembros vivos, a contribuir con todas sus fuerzas al crecimiento de la Iglesia y a su continua santificación. El apostolado de los laicos es participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, apostolado al que todos están destinados por el Señor mismo en virtud del Bautismo y de la Confirmación" (L.G. 33; A.A. 3). Por tanto, el poder hacer apostolado no lo dan los Obispos ni los sacerdotes a los seglares, sino el mismo Cristo en virtud del Bautismo. Los Obispos y los sacerdotes dirigen y aprueban el apostolado de los laicos, y suplican su colaboración dentro de la A.C. en la empresa apostólica propia de la Jerarquía.
5.- "Además del apostolado general, que incumbe absolutamente a todos los cristianos, los laicos también pueden ser llamados de diversos modos a una colaboración más inmediata con el apostolado de la Jerarquía" (Fi1.4,3; Rom.16,3 ss.) (L.G. 33 y A.A. 20; Ch.D. 17).
Pablo VI (Ecclesia, 24-2-68): "Diremos solamente que el apostolado de la A.C. está más de actualidad que nunca. Léase lo que dice de él en el Concilio, Ch.D. 17 y A.A. 20. Los Pastores saben muy bien que si los seglares tienen libertad para pertenecer o no a ella (la A.C. es un movimiento de voluntarios) es obligación suya conservarla y promoverla. No es un fenómeno caduco, que tuvo su tiempo, como dicen algunos; es un órgano integrador de estructura eclesial; y es de tal importancia en las contingencias históricas actuales, que sería juicio erróneo tenerlo en mediocre consideración (A.A. 22). Y añadiremos que precisamente los aspectos por los que la A.C. es objeto de críticas y de reservas por parte de quienes son ajenos a ella o consideran sus inconvenientes y dificultades, constituyen sus mejores méritos; es una gran escuadra de seglares fidelísimos, organizada y permanente; pronta a servir no solamente a esta o aquella necesidad de la Iglesia, sino a todas; es solidaria en todo con la Jerarquía, recibe sus instrucciones que con genio propio pone en práctica y perfecciona; es unitaria, nacional, profundamente religiosa. Refleja a su modo las notas de la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica; y por ello hace participar a los seglares, que tienen la inteligencia y la generosidad de pertenecer a ella, en el misterio de unión y caridad propio de la Iglesia de Cristo.
Cita larga, pero jugosa para ser saboreada en la meditación.
6.- Monseñor Dorado Soto, presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, dijo en una entrevista a propósito del Día de la A.C. en este año: "El pensamiento del Papa sí que es bien explícito en este caso y no cesa de urgirnos; pero sus palabras, a mi juicio, no encuentran en nosotros la acogida generosa y entusiasta". Y hablando de las bases para un replanteamiento del apostolado seglar en España, indicó entre otras la siguiente: "Preparación específica del Clero y selección de dirigentes seglares, con personalidad, preparación y madurez apostólica relevantes, con entrega e ilusión, y con un transparente testimonio de su fe".
¿No es esto lo que buscamos en estos puntos de reflexión? Estos seglares son los que hemos de pedir al Señor.
7.- La llamada a este apostolado directo con la Jerarquía está hecha en todos los documentos pontificios y episcopales que tratan de A.C. No es precisa la invitación del párroco o del Obispo de modo personal para sentirse llamado a la A.C. supuesto el caso en que el párroco no llame por varias causas, entre las que se puede contar el abandono apostólico o la diversidad de criterios. El párroco es "colaborador del Obispo", y a los Obispos manda el Concilio que "urjan a los fieles y les encarezcan que tomen parte y ayuden a las varias obras del apostolado de los laicos, y señaladamente a la Acción Católica" (Ch.D. 17).
¿Cómo puede colaborar un seglar con el párroco en el caso extremo de colapso apostólico del Pastor? Se lo sugerirá su amor a Cristo y a su Iglesia, su ofrecimiento humilde y obediente al párroco en repetidas ocasiones y la consulta con personas de espíritu apostólico y muy sumisas a la Jerarquía.
8.- La colaboración con la Jerarquía no se ha de prestar sino por motivos de fe. Es una colaboración entre los sarmientos y la vid (Jn.15) y, por tanto, se ha de realizar por amor y obediencia a Cristo, encarnado en la Jerarquía. "El que a vosotros oye, a mí me oye" (Lc.10,16). Este grupo ha de trabajar en primer lugar por limpiar el ojo de su intención de motivaciones que no sean las que impulsaban al apóstol Pablo: "La caridad de Cristo nos apremia" (2Cor. 5,14).
Consecuentemente se han de pedir al Señor con insistencia sacerdotes santos, pastores celosos de su rebaño; pero si no los tienen, han de ayudarles tales cuales los encuentren, aun en el caso de estar totalmente desentendidos de la A.C. y de otras obligaciones más palpables. Entonces se dará el caso del hijo que toma la dirección de la casa por fallecimiento del padre; o del soldado que toma el mando de la compañía por muerte del capitán, pero siguen luchando. Piensen los seglares que su colaboración fundamental es con el Obispo "gran sacerdote de la grey de quien deriva y depende en cierto modo la vida de Cristo a sus fieles" (S.C. 41) a través del párroco y de los organismos diocesanos de AC. Tengan fe en que Dios escribe derecho con renglones torcidos, si lo merece su humildad y obediencia por amor a El.
Necesitan las parroquias un grupo de seglares muy valientes que, como S. Pedro, echen la red siempre en el nombre de Cristo (Lc. 5,5), y como David se lancen contra Holofernes con la honda de su insuficiencia y con la puntería de su fe en el nombre del Señor (1Rey.17,45).
9.- "La parroquia ofrece modelo clarísimo del apostolado comunitario...". "Acostúmbrense los seglares a trabajar en la parroquia íntimamente unidos con sus sacerdotes... Cultiven sin cesar el sentido de Diócesis de la que la parroquia es como la célula, dispuestos siempre a consagrar también sus esfuerzos a las obras diocesanas, siguiendo la invitación de su pastor" (A.A. 10).
Podemos concluir que no existirá A.C. en las parroquias hasta que no haya seglares despiertos a las exigencias del bautismo; y que morirá donde no existan seglares dispuestos a morir por la Acción Católica.
10.- CONTEMPLEMOS EL EJEMPLO DE CRISTO. Respeta y apoya a la Jerarquía judía. Asiste al culto que venía a abolir. Acude al templo de Jerusalén. Manda a los leprosos presentarse a los sacerdotes para ofrecer el testimonio de su curación. Es llevado a la cruz por los sacerdotes judíos, y así obra la redención (Lc.2,22-41; Mt.14,49; Jn.18,20; Hech.2,36).
También encontrarán estos seglares un modelo acabadísimo en la Stma. Virgen. Se entrega a colaborar con la Persona y en la obra de su Hijo Jesucristo, guiada sólo por su fe en la Palabra de Dios, pues sus ojos no ven más que a un hombre fracasado; le contempla en el pesebre, huido a Egipto, trabajando de carpintero vulgar en Nazaret... María medita todas estas cosas en su corazón y se fía de Dios. Le acompaña en su martirio y deshonra hasta el sepulcro. Tiene fe de roca en la resurrección de Jesús, y por eso no va al sepulcro.
Estos seglares, a imitación de María, acompañan con fe a Jesús, despreciado y hasta desfigurado en la persona del sacerdote menos celoso, o que parece serlo por tener distintos criterios respecto a la A.C. o al apostolado en general. Para ellos debe ser el mismo Jesús y no le abandonan nunca, aunque su colaboración incondicional les reporte humillaciones, desprecios y hasta sufrimientos, como padeció la Stma. Virgen en la pasión de su Hijo. Pero huyan de considerarse como víctimas, y de ver en los demás los verdugos de su martirio. Quien se queja y murmura lo ha perdido todo.
11.- VIDA INTERIOR. Este grupo de base apostólica lo han de componer almas de intensa vida de fe, esperanza y caridad. Han de ser cristianos enamorados de Jesucristo y entregados a que los demás le conozcan, amen y sirvan. Pero como esta vida es imposible sin el ejercicio de la oración constante y fervorosa, se esforzarán por vivir en medio de sus ocupaciones el espíritu de oración. En cuanto al tiempo dedicado a la oración pura, cada cual verá el que necesita o puede dedicarle para mantener vivas la fe y el amor durante el día.
Como la lectura de los libros fervorosos son el aceite de la lámpara de la oración, no dejarán su espíritu sin este alimento diario, bien masticado y digerido por la reflexión.
12.- Además de las mortificaciones que la vida de gracia y la imitación de Jesucristo exigen, han de cultivar de modo especial las que lleva consigo la colaboración con la Jerarquía y la labor paciente de formación de apóstoles. Por supuesto, han de ser modelo de humildad y servicio en la parroquia, en la familia y en el medio ambiente donde vivan. Piensen que Dios les elige para ser como las ramas unidas al tronco, en las cuales se sostienen las más pequeñas y débiles, formando entre todos, párroco, grupo de base y los demás fieles de A.C. el árbol de vida que dará frutos abundantes para toda la parroquia.
13.- El apostolado de la A.C. es como el movimiento que produce una piedra arrojada a un estanque de agua: forma círculos concéntricos sucesivos que van avanzando hacia la orilla. La piedra arrojada capaz de mover a los cristianos es el apóstol. El primer círculo de su influencia debe ser su familia. Después las amistades o vecinos, y posteriormente la gente más lejana, otras parroquias y hasta el mundo entero. Por eso hay que simplificar las reuniones, cursillos y demás medios de formación, para evitar el peligro de moverse excesivamente con el riesgo de olvidar obligaciones principales.
14.- No se deben quejar nunca de las estructuras. Todas son buenas, aunque haya obligación de mejorarlas o de suprimirlas por inadaptables. En esto ocurre como al buen artista, que con cualquier pincel pinta bien. Obsesionarse con las deficiencias de las estructuras actuales como impedimentos infranqueables para todo apostolado, supone falta de fe y de sacrificio. Las estructuras dependen siempre de las personas que las utilizan. Las personas apostólicas son continuadoras de la Encarnación de Jesucristo. El apóstol encarnado en su época creará estructuras con actualidad, donde anidarán las aves de su época, no las del siglo pasado. Si hay apóstoles, no rezadores, habrá estructuras apostólicas. El inmovilismo acusa falta de vida, puesto que no crece. La levadura siempre hace fermentar a la masa.
15.- Es condición indispensable para aprender a andar comenzar a andar. Cada una de estas personas que integran el grupo parroquial de base tiene que comprometerse a llevar un grupo de formación y apostolado, con el que ejercitan su celo apostólico, como Jesús con sus apóstoles. Sin este campo de entrenamiento nunca se formarán los apóstoles que necesita la Iglesia.
16.- Es de desear que los componentes de este grupo formen auténtico equipo apostólico, cuyas relaciones entre sí las expone Sta. Teresa: "Este concierto querría hiciésemos los cinco que al presente nos amamos en Cristo, que como otros en estos tiempos se juntaban en secreto para contra su Majestad y ordenar maldades y herejías, procurásemos juntarnos alguna vez para desengañar unos a otros, y decir en lo que podríamos enmendarnos y contentar más a Dios; que no hay quien tan bien se conozca a sí, como conocen los que nos miran, si es con amor y cuidado de aprovecharnos" (Vida, 26,7).
17.- La consagración a la A.C. que se propone a este grupo básico de seglares, no es solo espiritual e interior, como a todo bautizado, sino también exterior; es decir, se ha de poner al servicio de la A.C. todo aquello que se podría disfrutar honestamente, como es el tiempo libre, dinero, etc., siempre que no se lo impidan las obligaciones del propio estado, como sucedería en una casada en las exigencias familiares, y en una soltera el trabajo para la propia sustentación o el servicio a su madre con quien convive, u otras obligaciones urgentes de caridad hacia los prójimos.
18.- Estas personas entregadas a la A.C. han de actuar como la levadura, envueltas en la masa de seglares. Por tanto, han de estar asociadas a la A.C. Aceptarán cualquier cargo que se les ofrezca, pero han de aspirar al más adecuado para su misión, que es la vocalía de formación. Su vocación es ser promotoras de A.C. y formadoras apóstoles, despertando y encauzando a las ya asociadas o a otras personas de buena voluntad, pero siempre para integrarlas en la A.C. Más bien que actuar en los distintos apostolados que le encomiende la Jerarquía, su misión es empujar, orientar y hacer que hagan, no como el capitán "araña", sino acompañándoles en todas las empresas, pero a la vez haciéndoles responsables de sus actuaciones, como hace una madre con su hija o una maestra, con su alumna.
Estos puntos de reflexión tienen el objeto de orientar a los cristianos que sienten esta vocación y quieren trabajar. Sobre la marcha se pueden y se deben modificar, suprimir y ampliar, pero ha de ser sobre las experiencias del trabajo dentro de la A.C. Y, sobre todo, se han de llevar a la oración, a la reflexión y al diálogo entre las personas que actúan.