VENERABLE DIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ Sacerdote diocesano
VENERABLEDIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZSacerdote diocesano

Testimonio Antonio Hernández

D. Diego Hernández, para mí es el santo ideal del siglo XX o de estos tiempos.

 

Le conozco desde que le trasladaron a Villena (soy de dicha ciudad). Yo tenía 15 años cuando él fue (edad de los pajaritos) ¡Pero qué bien nos lo sabía hacer volar! Pasábamos la juventud los ratos más alegres y divertidos en la Parroquia de Santa María. Nos hizo un cine club para que nos divirtiéramos sin ofender al Señor.

 

Era muy amante de organizar excursiones, nos reunía a los chicos y chicas y nos llevaba cada vez a un sitio, que solía ser algún santuario de la Virgen, pues amaba mucho a María. Los vehículos de transporte preferidos eran los camiones porque, al ser más económicos, íbamos más. Y cuando él organizaba algo íbamos todos como corderitos tras el pastor; tenía chistes, alegría y buen humor para todos y cada uno en particular, sabiéndole llevar su psicología o temperamentos difíciles, pero... ¡siempre sin ofender! Y lo mejor que sabía compaginar las diversiones más sanas y limpias con la vida espiritual. No recuerdo de habernos retirado nunca de las excursiones sin organizar un acto eucarístico;

 

Exponía el Santísimo Sacramento media hora, nos decía unas palabritas profundas (como él hacía), le echaba cuatro piropos a la Virgen con motivo de su advocación; si era en Biar a La de Gracias, si en Onil a la de la salud, si en Villena a Las Virtudes, etc.... y nos retirábamos cantando y satisfechos de disfrutar de lo lindo ¡Eso sí que era divertirse! Y por el camino ya le estábamos preguntando cuándo iba a ser la próxima. Él reía y nos decía si no estábamos cansados ¡Nunca nos cansó a ninguno!

 

  Fue en los 7 años que estuvo en Villena el sacerdote ideal, otro Cristo en su vida pública. Alternaba con todos, para él no existía diferencia entre los de más baja o alta condición y, a imitación de Cristo, apoyó (no sé cómo expresarlo) a los gitanos y prostitutas. Tanto es así que cerca de su parroquia había una calle con muy mala fama, ninguna persona decente quería pasar por ella. No sé cómo fue, pero eso se corrigió. Cuando llegó el mes de octubre todos los años tenía costumbre de sacar todos los días la imagen de la Virgen de Fátima cada día  a una casa. Ese año la llevó a las casas de la Calle del Relo, así se llamaba dicha calle.

 

Muchos de los que le acompañaban se volvieron atrás y no quisieron meterse en ella, y los que seguimos con la Virgen tuvimos la dicha de presenciar cómo esas pobres mujeres lloraban de emoción y alegría, no sabían cómo obsequiar a la Virgen; a mí me dio la impresión del pasaje evangélico de la Magdalena, derramando el perfume a los pies de Jesús.

                                                                                                                     

Tuvo predilección por los huérfanos y viudas; me haría interminable si contase los hechos concretos del apoyo que tuvo mi madre con él. Mi padre murió el año 1.935  y, con miras de hacerle un bien a mi madre, algunos, con firmas falsas, se estaban aprovechando de la situación económica; mi madre dudaba, pero no veía claro, se lo confió a D. Diego y lo dejó en sus manos como él le aconsejó y se pudo recuperar mucho.  Las virtudes de caridad y justicia las vivía en toda su plenitud.

 

Un poco antes de morir D. Diego me decía mi madre: Si me muero antes de D. Diego, trabajad por la causa de su canonización, que es un santo.

 

De mi madre tengo muchas cosas que ella me ha contado, pero me haría interminable. Ella no escribe porque son 80 años los que tiene, y está operada de cataratas.

 

Mi vocación se la debo a él, era mi despertador de conciencia, tenía un oído finísimo y supo de verdad despertar y descubrir el camino de la perfección en cada alma según su estado.

 

Antonio Hernández.

Oración de intercesión

Dios misericordioso,

que en tu siervo Diego, sacerdote,

nos has dejado claro ejemplo

de amor a Jesucristo y a la Iglesia,

trabajando sin descanso

por la santificación de las almas:

te rogamos que, si es voluntad tuya,

sea reconocida ante el mundo su santidad

y me concedas por su intercesión el favor

que tanto espero de tu mano providente.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

 

(Para uso privado) Con licencia eclesiástica.

 

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