VENERABLE DIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ Sacerdote diocesano
VENERABLEDIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZSacerdote diocesano

Padre espiritual y maestro de la vida en santidad.

 

Después de reestructurar los límites entre diócesis, Villena pasó a depender del Obispado de Orihuela. D. Diego párroco de Santa María de Villena tenía un nuevo nombramiento por el que se le hacía párroco de Abarán (Murcia), pero el nuevo Obispo de Orihuela D. Pablo Barrachina y Estevan, a los pocos días de tomar posesión, el 15 de septiembre de 1954 lo nombró director espiritual del Seminario Mayor, cargo que desempeñó hasta su muerte. “Yo estoy muy contento. Eso no quita para que sienta nostalgia de la vida de apostolado, pero el Señor ha querido enterrarme, ¡bendito sea!, tengo la esperanza que, si soy el que debo, mi granito se convertirá en una espiga de santos sacerdotes, que tanta falta está haciendo en todos los pueblos”.

 

Su vida fue del todo ejemplar. Vivía muy pobre[15] y lo que tenía lo empleaba en la caridad constante. Se levantaba a las cinco y cuarto de la mañana[16], oraba largamente ante Jesús Eucaristía y cuando llegaba la comunidad de seminaristas ya estaba en el confesionario. Tres veces por semana dirigía la meditación y, durante el día siempre estaba dispuesto a escuchar a los seminaristas; dedicaba mucho tiempo al estudio, sobre todo de los documentos del Papa, del Magisterio y la doctrina del Vaticano II base constante de sus enseñanzas y de su vida. Preparaba con esmero los temas que tenía que impartir en sus clases de Teología espiritual a los seminaristas mayores, y a las religiosas del Noviciado de la Congregación de Hermanas de la Virgen María del Monte Carmelo, llegando a confeccionar un compendio en tres tomos llamado “Apuntes. Vida cristiana y religiosa”.

 “Mi vocación es de pintor”. Tenía excelentes dotes naturales para el dibujo y la pintura. Siendo sacerdote escribe, “un solo cuadro pintaré: Jesús. Una sola misión y trabajo, dar pinceladas a derecha e izquierda, oportune et importune para perfilar más al vivo cada día la figura de Jesús en mí y en los demás. ¡Cuándo se terminará el cuadro: vivit vero in me, (et in fratribus) Christus!”. Su habilidad para la pintura la utilizará haciendo gráficos, esquemas y dibujos catequéticos.

 

En diciembre de 1958, el Obispo creó la Junta Diocesana  y Secretariado Diocesano de Catecismo de la que el P. Diego fue nombrado Secretario. Después ocupó el cargo de Director de Catequesis primero en Orihuela y después en Alicante hasta julio de 1965.

En 1960, se reorganiza la Acción Católica y el Obispo constituyó un Centro de actividades apostólicas en el Colegio Sto. Domingo de Orihuela, para vitalizarla e impulsarla. Creó en este centro “unos como Colegios o Hermandad de Consiliarios... a los que acudirán y estarán en comunicación constante los Curas y Consiliarios de la Comarca”. Como encargado del Colegio de Consiliarios de jóvenes nombró al P. Diego.

 

Compaginaba estos ministerios organizando con frecuencia cursillos diocesanos e interdiocesanos de espiritualidad sacerdotal. Recibía sin dilación a los sacerdotes que de todas las tendencias acudían a él para pedirle su consejo: “Me parece, al menos no lo quiero, que no soy tradicional ni progresista, quiero ir al compás de la Iglesia y de la adaptación progresiva, prudente y juiciosa que aún los cambios humanos requieren...”. Tuvo como modelo sacerdotal constante, y así lo procuraba inculcar, al Maestro S. Juan de Ávila. Trabajó en la Junta diocesana pro Canonización del Beato Maestro Juan de Ávila, estuvo en la comisión diocesana del IV Centenario del Beato, hasta que por fin asistió con gran gozo a su Canonización en Roma por el Papa Pablo VI el 30 de mayo de 1970. La época de las secularizaciones sacerdotales fue sobrellevada por él con gran dolor pero con ánimo renovado. Oraba y hacía orar a todos por la santidad sacerdotal y por eso, casi nunca aceptaba estipendios porque su intención en la Santa Misa era la santificación de los sacerdotes y seminaristas, “Jesús está personalizado hoy en el sacerdote; es Jesús que pasa a través de los tiempos, de los pueblos y de la sociedad, continuando su misión vivificante”.

 

Con la reorganización diocesana de 1962, el Obispo encargará al P. Diego un ministerio de gran importancia que compaginará con la dirección espiritual de los teólogos del Seminario diocesano trasladados a Alicante, ser Director del Convictorio de sacerdotes jóvenes en la recién inaugurada Casa sacerdotal de Alicante de la cual fue el primer Director.

 

Trabajó de manera directa en el Sínodo diocesano de 1967. Fue miembro del Consejo Presbiteral diocesano. Su labor se extendía también en el cuidado espiritual e incluso material de múltiples conventos de religiosas y religiosos, a las tandas de Ejercicios Espirituales en diversos lugares de España, a la atención personal de quienes encontraban en él un padre en los caminos del espíritu... El apostolado de la pluma era permanente en él, contestando a gran cantidad de correspondencia, apuntando siempre al crecimiento en la perfección cristiana.

 

Le preocupaba "la soledad" y, sobre todo, la santificación del sacerdote. Consciente de que la ayuda mutua es un medio excelente para la santidad de los sacerdotes, procuraba entre los seminaristas crear "grupos o equipos de amistad". Deseaba y alentaba la vida común del clero en sus diversas modalidades (reuniones de revisión sacerdotal, equipos sacerdotales, casa común...). Fue miembro de la asociación sacerdotal "La Unión Apostólica", siendo de la misma Director diocesano y Consejero nacional: “Esta fue la técnica de Cristo para formar su unión apostólica: trato íntimo, olvido de sí, entrega a unos pocos, grey pequeñita, con amor (Lc 12, 32), que no se impacienta, no se cansa, ni es egoísta, es sufrido, todo lo soporta... (1ª Cor. 13, 4). No es escribirle una carta y recomendarle un boletín de actos, porque a distancia ni se engendra ni se cría. Es dárselo todo, amor, aspiraciones, salud, dinero; “todo lo que recibí del Padre os lo he dado a vosotros” (Jn. 15, 15). ¡Si se formase ese grupito apostólico...; cuánto bien vendría sobre todos los sacerdotes de la diócesis!”. Sin pretenderlo, todo un autorretrato de su vida.

 

Últimos meses

 

“Un grupito de almas totalmente entregadas a Jesús y al apostolado”.

 

 En los últimos años de su vida manifiesta su deseo de formar un grupo, no como una estructura de apostolado[23], “ lo nuestro es de vida cristiana, de entrega a Cristo con todas sus consecuencias”, que impulsen y guíen a otros por los caminos de la santidad.

”¡Cuánto me agradaría dar unos ejercicios a unas poquitas religiosas y seglares de éste estilo, de ahondar en el espíritu apostólico y prepararnos para dar ejercicios y retiros espirituales! A  ver si este verano nos vamos quince días por ahí a empaparnos de Cristo y comenzar un camino para darlo a los demás”.

 

“He vuelto a vivir a los 21 años lo que ha sido mi sueño. 

 

No hay que darle prisas a Dios sino prepararse para cuando Él quiera y la Jerarquía”. En una sencilla casa del barrio obrero de Rabasa (Alicante), con cinco seminaristas reinicia el curso preteológico el 29 de septiembre de 1975. Se reservó las labores menos gratificantes de la casa. Estaba convencido que el ejemplo es la mayor fuente de exigencia,“mi afán no es hablar, les hablo muy poco, quiero ir más bien delante haciendo, y el Señor se encarga de lo demás... vivimos como en el cielo, si es que lo hay en la tierra. Claro es que mi natural tira a la vida cómoda...; es mi cruz, pero por amor a Dios la he de llevar”. Era su deseo formar para la vida sacerdotal desde la sencillez y el estudio, con hondas raíces contemplativas que impulsan la vida apostólica, en vida fraterna y mutua ayuda en el camino de la santidad sacerdotal, siempre sintiendo con la Iglesia en obediencia y amor, sin mirar “a otra parte sino a la gloria de Dios, y ésta busquemos, y de ésta seamos pregoneros”.

Oración de intercesión

Dios misericordioso,

que en tu siervo Diego, sacerdote,

nos has dejado claro ejemplo

de amor a Jesucristo y a la Iglesia,

trabajando sin descanso

por la santificación de las almas:

te rogamos que, si es voluntad tuya,

sea reconocida ante el mundo su santidad

y me concedas por su intercesión el favor

que tanto espero de tu mano providente.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

 

(Para uso privado) Con licencia eclesiástica.

 

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