VENERABLE DIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ Sacerdote diocesano
VENERABLEDIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZSacerdote diocesano

1. Los escritos del Siervo de Dios (SdD)

 

Los escritos que se conservan del SdD son fundamentalmente de carácter personal, epistolar y doctrinal:

 

1º Diarios espirituales (1956-1967).

2º Epistolario (1942-1976).

3º «Vida cristiana y religiosa. Apuntes», tres volúmenes. Texto para las clases de Teología espiritual:

4º Escritos sobre la vida sacerdotal.

5º Escritos varios de vida espiritual.

6º Otros: catequesis, escritos sobre la reforma de las Constituciones y Directorio de la Congregación de Hermanas del Monte Carmelo, escritos sobre la Acción Católica, sobre la asociación sacerdotal «La unión apostólica», y otros diversos documentos.

 

 

2. La evolución espiritual del SdD en sus escritos

 

a) Desde el inicio de su ministerio sacerdotal en 1941 hasta 1949, la urdimbre que sostendrá y centrará toda su vida es: sólo Jesús y su amor; los misterios salvíficos de la Cruz y Pentecostés; la primacía de la vida de oración y la santidad; el apostolado es obra de Dios a través de un instrumento dócil que se une a Él; la humildad y la total confianza-abandono en la misericordia divina (vida teologal: fe, esperanza y caridad); y la búsqueda de la sola voluntad y gloria de Dios.

 

b) En el ministerio sacerdotal como párroco en Villena (1949-1954), junto con las vivencias anteriormente descritas, se destacan  en el SdD: «Dios es el más Padre», la confianza filial en la bondad divina, y una ascesis equilibrada, siempre con cualidades eclesiales, apostólicas y de caridad,«mucho amor a Dios solo, y mortificación del carácter y así seremos útiles a la Iglesia».

 

 

c) Durante los años que transcurren desde 1954 hasta 1963, el SdD se dedica mayormente a la formación espiritual de los seminaristas y la atención de sacerdotes y religiosas, como también a la pastoral catequética diocesana. La acentuación espiritual de estos años, para «trabajar por enamorarme más y más de Jesús. Es el motor de todo», y «vivir a Jesús en mí y en mis obras» es: viviendo un dinamismo bautismal trinitario, mariano y eclesial, profundiza el misterio de la Encarnación como inicio de la Redención, deseando ser «empapado» por Cristo que impulsa a una misión sacerdotal según sólo la voluntad de Dios. En consecuencia, tiene un deseo constante de morir a sí mismo viviendo con humildad y silencio, anhelante de la actuación graciosa de la misericordia divina, y con una intensa necesidad de oración «larga y fervorosa». Se da un creciente trabajo en la práctica de las virtudes y un gran celo por vivir apostólicamente a imitación de Cristo en el Sagrario, como grano de trigo que muere y da fruto (cf. Jn 12, 24).

 

El dinamismo ascético activo, sólo por amor a Jesús, se mantendrá toda la vida, pero irá dando lugar a un desear la actuación por parte de Dios. Podemos resumir la vivencia espiritual del SdD durante estos años con dos expresiones: «hay que ir más con Dios en las cosas de Dios» y con esta oración anotada por él mismo: «Señor, aquí me tienes con mucha pena de ser como soy, pero con muchos deseos de ser como tú quieres que sea».

 

 

d) Con las enfermedades iniciadas en 1963 y el acontecimiento del concilio Vaticano II, en el SdD se acrecienta su sentir con la Iglesia, en medio de un sufrimiento ante las controversias y secularizaciones sacerdotales. Se inicia un periodo purificador pasivo intenso, en una vida pastoral más escondida y menos activa, sintonizando con el «grano de trigo» evangélico que muere para ser fecundo (cf. Jn 12, 24.).

 

«Después de mi enfermedad, con las luces que me ha dado el Señor sobre la vanidad del mundo, de la vida, del apostolado, de las obras de celo, de todo lo que no es Él solo y vivir de Él y para Él, mi vida ha de cambiar por completo».

 

Arrollador deseo de imitación y unión con Cristo crucificado, se acrecienta en el SdD una fe firme en adhesión a la voluntad de Dios, la necesidad de hacer vacío se intensifica, el olvido de sí y la confianza en Dios se afianzan. En este tiempo de fuerte prueba interior y exterior, persevera en el sufrir amando con Cristo, siempre teniendo presente la fecundidad eclesial.

 

Postrado en cama durante meses en 1973, es sumergido en más profunda, segura y deslumbrante oscuridad espiritual, dejándose conformar con la vida de Jesús, para vivir de amor. Durante este tiempo, en sus escritos, el amor a Jesús se le escapa constantemente, deseando amarle y que sea amado. Ansiando hacerlo todo por amor a Jesús con gran determinación, su vivencia filial se afianza.

 

Al finalizar este periodo, la respuesta generosa, perseverante y gozosa del SdD a la purificación que Dios le ha dispuesto, ha conducido a una mayor perfección de la caridad. Tiene la certidumbre vivida de que lo único que santifica es con serenidad aceptar la voluntad de Dios. Abandono pleno a la omnipotente misericordia divina. Desbordante amor apostólico trinitario sin más apoyo que, con la fuerza de la cruz, en la omnipotente debilidad de la Eucaristía, viviendo dócil a la «obra del Espíritu Santo que actúa por medio de un instrumento pobre y débil a sus propios ojos que se tiene por nada y se deja pisar por todos, que ama mucho a Jesús y se abraza a su cruz para morir por Él y con Él en el desprecio de todos».

 

e) Los últimos años hasta su muerte en 1976, se percibe en el SdD que rezuma un amor a Dios y hacia el prójimo hasta los mínimos detalles: «¡Cuánta gracia de Dios! ¡Qué amor tan grande nos tiene Jesús! Mucha gente no conoce a Dios, y nosotros bañados en su amor». En total olvido de sí, la entrega ya no se calcula ni hacia Dios ni hacia el prójimo, «el amor nunca dice basta, siempre desea más». Lo único que le interesa es la «unión omnímoda con la voluntad de Dios, su gozo de agradarle en todo, su fidelidad hasta la muerte, aunque por esta fidelidad la crucificaran».

 

La experiencia del misterio trinitario, es vivido por el SdD en una relación de unidad con cada una de las Personas divinas, una mística trinitaria apostólica recorrida por el SdD en una progresión cada vez más intensa. 

 

«Toda la perfección cristiana es de abismarse en el misterio de la Trinidad, si sube con Jesús donde Él está. Porque si va sin Él le van a dar con la puerta en las narices. Él lo dice nadie va al Padre sino por mí a mí me gusta mucho el misterio de la cruz y es el camino para la Trinidad. Sin querer dejará el olor de Cristo, si está perfumada por Él por la oración íntima y constante, por la imitación de su silencio y mortificación por su mirada sencilla a la sola gloria de Dios».

 

Es el tiempo de una nueva fecundidad apostólica, juntamente con incomprensiones eclesiásticas hacia su persona por su fidelidad al Obispo y su entrega evangélica. «Olvidado de su descanso» dirige multitud de Ejercicios y Retiros espirituales por toda España.

 

Con una salud frágil, el SdD dedicará los últimos meses de su vida a un grupo de cinco seminaristas en dos parroquias sencillas de las afueras de Alicante ciudad. La imitación de Jesús, «quien me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14, 9)le lleva a buscar «tengo que representarles la paternidad de Dios, y Dios nos lleva escritos en las palmas de las manos», sabiendo que «hay que morir para dar fruto.Estos últimos meses esconden en el SdD una vida de total abajamiento y anonadamiento, oculta tras el gozo y bondad que manifestaba de cumplir la voluntad de Dios en obediencia a la Iglesia y sus pastores.

 

Oración de intercesión

Dios misericordioso,

que en tu siervo Diego, sacerdote,

nos has dejado claro ejemplo

de amor a Jesucristo y a la Iglesia,

trabajando sin descanso

por la santificación de las almas:

te rogamos que, si es voluntad tuya,

sea reconocida ante el mundo su santidad

y me concedas por su intercesión el favor

que tanto espero de tu mano providente.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

 

(Para uso privado) Con licencia eclesiástica.

 

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