Vamos adelante (...). Contamos con Cristo, pero nada con nosotros. Y ahí está nuestra fuerza. Todo lo puedo en aquel que me conforta. Y tampoco le debemos pedir ver nada. Tiene que ser "como si viera al Invisible, persevero firme en su propósito" (Heb. 11, 27). Sin ver nada y sin querer ver nada, con una fe de roca en su cercanía a nosotros. Hacen falta hombres de fe. Hay que pedirla.
Sólo Dios es el verdadero amigo y acompañante, y el único que da luz y soluciona los problemas. No deje de orar y luchar y verá cómo, caminando por fe, lo tiene todo solucionado.
He recibido la suya, sobre la que haré unas reflexiones. Dice: “si yo pudiera saber...” Si lo supiera, no tendría que vivir de fe, y el justo vive de la fe, ¡cuánto más usted que no se tendrá por justa, sino por miserable, como dice! El futuro está en las manos del Padre, pues “no queráis pensar”. “¿Acaso podéis añadir un codo a vuestra estatura por mucho que penséis?”. Y si Dios no lo quisiera ¿dejaría por ello de recibirla en su Corazón? No me extrañan los zarandeos del demonio, pero me atrevo a decirle que Jesús ha orado por usted para que no le falte la fe, como oró por Pedro. Si viese claro con los ojos del cuerpo la paz que tendría sería terrena. Como lo ha de ver por fe, su paz y gozo será del Espíritu Santo, que tiene estupenda cabida con la angustia y el dolor humanos. Por eso tiene que pedirle a Jesús que no se le conozca por fuera su lucha y angustia interior, y mucho menos se le pueda escapar una palabra ni un gesto de impaciencia. Duerma confiada en los brazos de Dios. Es posible, sí, es posible. Todo lo ha de poder en Jesús.
La virtud no va nunca contra la razón, si acaso sobre la razón.
Viva en esa fe de los hijos de Dios. El resto de Israel, pequeñito, pero fiel a su fe, atrajo la misericordia de Dios y la liberación del pueblo. Siga fiel a sus prácticas de piedad, a sus apostolados y prívese de las comodidades no necesarias, y mundanas con las que destruimos nuestra piedad. Y el Señor le pondrá en su boca alguna palabra buena para seglares y curas. Pero a los curas les llegan más adentro los buenos ejemplos.
Tenemos que vivir de fe y amor. Las impresiones pasan. No pueden ser las directoras de nuestros actos.
“Por la fe Abraham al ser llamado, obedeció partiendo al lugar que debía recibir en herencia; y partió sin saber adónde iba” Y de Moisés dice: “Por la fe abandonó Egipto, sin temer la cólera del rey. Pues cual si viera al Invisible se afianzó su vigor” (Heb. 11, 27). Pídanle hoy al Espíritu Santo la fe de Abraham y de Moisés, para no descansar en nada ni ansiar nada de la tierra aunque sea bueno, sino sólo los brazos de Dios. Y para estar en sus brazos hacen falta dos cosas, humildad y caridad. Despréciense sin medida y amen sin límites. Hay que estar dispuestas a sacrificar al Señor hasta el hijo que más quieren, como Abraham, al de sus esperanzas, si Dios lo pidiera. ¿No es así? Hemos de ser lógicos.
No puedes prescindir de la lucha, de los altibajos, de las caídas, de las humillaciones de las caídas, pero con estos colores oscuros se va formando la figura de Cristo en nosotros. Todo está en que no nos cansemos. Y sobre todo hay que estar muy sobreaviso con nuestro temperamento: grandes alegrías y grandes tristezas, levantarse con el pie derecho o con el izquierdo. Hay que prescindir de nuestros sentimientos, tratar de prescindir, y mirar siempre al norte de la fe, a Jesús, que siempre está con nosotros.
Menos mal que tenemos fe, y sabemos que en los miembros de Cristo están juntos siempre por la caridad, y por la oración y por la comunicación de gracias. (...) ¡Qué grande es la fe!
No veas nunca los sucesos como venidos de la mano de los hombres, porque sufrirás ante tanto disparate e incoherencia, sino con ojos de fe, venidos de la mano del Padre de los cielos, y lo que viene de un Padre así no puede ser malo.
A mirar más y sólo al cielo, que con los ojos en la tierra se marea uno. A vivir de fe y amor, a morir como el grano de trigo, en nuestro parecer, comodidades y deseos de que nos estimen y distingan. Así seremos eficaces en nuestro campo de actuación.
No podemos perder la luz luminosísima y oscurísima de la fe. Jesús está conmigo, tan unido como la vid al sarmiento debe decir y vivir. Sé que los quehaceres son como los vendavales que sacuden al sarmiento, y parece que lo van a arrancar de la vid. No lo creo. Ni la muerte, ni la persecución, ni el cielo, ni el infierno podían separar a San Pablo del amor de Cristo. Viva en presencia de Dios, bésela en alguna estampa, acuda a Él con paz, no como los apóstoles en la tempestad. Jesús duerme, pero su corazón está alerta. No nos durmamos. Jesús en el pensamiento y en el corazón las 24 horas del día. Esfuércese por no perderlo de vista. Yo no sé otra medicina para nuestros males, ni otra solución para nuestros problemas.
Me dice que lo ve todo con pesimismo. Vamos a mirar los dos al cielo y a Jesús que está siempre junto a nosotros enfermos o atribulados. No tenemos motivos los que poseemos el don de la fe. Si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros? Vamos a superarnos, que nos vienen muchos males del pesimismo, porque el pesimismo es el patrimonio del pésimo demonio; y nosotros, aunque no somos ángeles, estamos injertados en Cristo resucitado, alegre y feliz por los siglos.