- Santo quiere decir que se deja llevar y traer de Dios, con alegría y en silencio. Y esto cuesta a la naturaleza comodona y egoísta, y al yo, no digamos. Pero en fin, hay que pedirlo sin descanso
y esperar que su Majestad quiera concedérnoslo; que querrá si lo pedimos de verdad. ¿Cuándo? ¿Cómo? Somos muy curiosos, Dios sabe más que nosotros.
- Yo no sé otro modo de ser santo si no es teniendo a todos por mejor que uno y no perder la paz interior por las contrariedades ni por los triunfos. Creo sencillamente que la santidad no está en
hacer sino en amar, y se ama cuando se está pegado a lo que Dios quiere, y no a lo propio aunque sea el cielo.
- A los valientes les llamamos santos. Yo los llamaría enamorados de Cristo. Y el amor o los busca o los encuentra iguales.
- Me dices que tienes que trabajar más por tu santificación, vamos adelante. Pero has de tener en cuenta que la santificación, más es recibida que hecha por nosotros. Déjate hacer santa, y pronto
serás.
- Todo lo que sea bueno para animarse a la santidad hay que seguirlo.
- Hoy leo en Sta. Teresa (Conceptos del amor de Dios cap. 2 ó 3, búscalo) que los defectos en que se cae a diario, sin procurar arrancarlos, son como las plantas que se riegan a diario, que al cabo
de un tiempo se necesita azadón para arrancarlas. Pero si se plantan y se arrancan pronto, cuesta poco arrancarlos del todo. Es serio esto. Porque no proponemos las cosas en serio con amor y
reparación. Y así nos hacemos viejos con los mismos defectos. ¿No es así? Vamos a pedir unos por otros y con el mazo dando. De cosas pequeñas se constituye la santidad, pero han de ser constantemente
practicadas. Los clavos a los que se les dan martillazos todos los días, no se salen fácilmente; y así son las virtudes. Pues mano a la obra.
- Me dice que cada vez ve más palpable que la santidad no es para usted. ¿Entonces para quién es? Si ese darse cuenta de su inutilidad fuese humilde, tendría un gran cimiento de santidad, pero sin
duda que es una mezcla de soberbia y desconfianza, y claro está se ve tan decaída. Sea muy humilde en medio de esa inutilidad y espere en el Señor. ¿Usted cree que la santidad es algo que se palpa
con las manos? Siga perseverando en esa oración y cada vez más confiada, y no le dé más vueltas a la cabeza.
- He de recomendarle ante todo una confianza sin límites en Jesús, que le concederá los medios necesarios para llegar a donde está deseando desde hace tiempo: la santidad. Aunque vea nacer espinas
en su alma, crea que llegará el tiempo de las flores y los frutos en el tiempo oportuno. Crea en la Providencia del Señor en el orden espiritual más que en el material.
- Humildad para obedecer, y caridad para hacer bien a todos, y será feliz. Ahí está todo el artificio religioso: humildad y caridad para aceptar a todas y a todos como sean, y para no pensar en sí
mismo sino en hacer bien a todos por ser Jesús. Si a estas virtudes acompaña gran silencio para no perder la presencia de Dios, tendremos una santa.