VENERABLE DIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ Sacerdote diocesano
VENERABLEDIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZSacerdote diocesano

Caridad y unidad entre los sacerdotes

     Meditar con frecuencia en el ruego  de Jesús al Padre y en su mandato: que seamos una misma cosa; unidad significada en la fraternidad sacramental y en la común misión que liga a los sacerdotes más que la carne y la sangre.

 

     Pides a Cristo todos los días la unidad y la caridad entre los sacerdotes, por ser el primer sermón que espera oír y ver el pueblo de Dios.

 

     Estás dispuesto a renunciar a todo, aún a la propia vida, por el cumplimiento de este ideal.

 

     Piensas siempre bien de todos los sacerdotes. Rechazas todo pensamiento malévolo, y te abstienes de juzgar a ninguno. Observas las reglas sociales de urbanidad y cortesía con todos ellos, como signo de caridad.

 

     Procuras hablar bien de todos, haciendo buenas sus ausencias, y defendiéndolos de posibles ataques o comentarios desagradables; e interpretando sus hechos y dichos con profunda benevolencia.

 

     Pides al Señor las humillaciones necesarias para mantener viva la caridad. Estás dispuesto al sacrificio de tus gustos, y aun de ideas geniales, o que consideras más convenientes, por conservar la paz y el amor entre los sacerdotes.

 

     Tienes hábito de servicio a tus hermanos posponiendo tus intereses parroquiales a los de tus compañeros.

 

     Cómo te portas con los de más edad y con los jóvenes. Te olvidas de ti para sintonizar siempre con ellos.

 

     Pones a disposición de tus hermanos tu casa, tu dinero, tus libros, tus experiencias y sugerencias pastorales.

 

     Te alegran más los triunfos y progresos espirituales de tu parroquia o los del pueblo vecino. Buena piedra de toque.

 

     Te esfuerzas por ser comprensivo con todos, aceptándoles como son, y no como tu egoísmo los querría.

 

     Te prestas gustoso a reuniones, convivencias, equipos de amistad y pastorales, saliendo del egoísmo y anquilosamiento parroquiales.

 

     Tienes hacia todos profunda estimación, aún más, auténtico amor, tan fuerte como el de Jesucristo.

 

     Sientes como propios los defectos y escándalos de tus hermanos; y, después de orar, sacrificarte y dar buen ejemplo, intentas corregirles con humildad, caridad y dulzura.

 

     En caso de disgusto o resfriamiento de la unidad, te consideras siempre el más culpable, por lo menos en no haberte humillado y cedido hasta el extremo.


     Te consideras mejor que los demás. Quieres ser el primero en todo. Huyes de las preferencias y distinciones de los Superiores para ser igual que tus hermanos. Eres víctima de los celos y envidias.

 

     Fomentas amistades y partidos entre los sacerdotes, excluyendo en tu corazón y de hecho a algún sacerdote.

 

     Sientes repugnancia hacia los cargos más bajos y humildes, y huyes de ellos.

 

     Podrías vivir la vida común, de alguna manera, y aun bajo el mismo techo. Qué dificultades encuentras dentro y fuera de ti. Son reales o inventos de tu imaginación y comodidad.

 

 

Oración de intercesión

Dios misericordioso,

que en tu siervo Diego, sacerdote,

nos has dejado claro ejemplo

de amor a Jesucristo y a la Iglesia,

trabajando sin descanso

por la santificación de las almas:

te rogamos que, si es voluntad tuya,

sea reconocida ante el mundo su santidad

y me concedas por su intercesión el favor

que tanto espero de tu mano providente.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

 

(Para uso privado) Con licencia eclesiástica.

 

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