– Jesucristo es para mí algo abstracto, una idea, creencia o mito; o una persona, un amigo de confianza, un Dios hecho hombre como yo.
– Me siento prolongación de Cristo, sellado eternamente con el carácter de su sacerdocio.
– Mi fe en Cristo es viva y operante. Siento entusiasmo por conocerle más, por amarle e imitarle con mayor perfección, hasta poder decir con San Pablo: mi vivir es Cristo.
– Con qué frecuencia tratas con Él. Lees con asiduidad el Santo Evangelio, lo meditas, lo asimilas con gozo.
– Cómo celebras la misa, donde tienes el más íntimo contacto con Cristo; eres su persona, y usas sus poderes; su cuerpo y su sangre son tuyas. ¿Cabe más? Le tocas y le das a los fieles en su palabra y en su Eucaristía con fe y amor ardientes. Con menos, no cumples.
– Te preparas y das gracias en tiempo conveniente para celebrar con más fervor e intimidad actual con Jesucristo, y ser el verdadero presidente de la fe y del amor de la asamblea.
– Cómo cuidas las celebraciones eucarísticas de tu parroquia con la participación plena, activa y comunitaria del pueblo de Dios.
– Fomentas el culto a la Eucaristía fuera de la misa, con oportunas celebraciones, y teniendo la iglesia abierta algunas horas al día.
– Al calor de Jesucristo en el sagrario enciendes tu celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas.
– Temes perder el tiempo en el sagrario, o “que el coloquio íntimo con Cristo retenga o frene el dinamismo de tu ministerio, o sea una evasión ante la molesta y pesada fatiga de tu entrega al servicio de los demás”. (Pablo VI)
– “Es más bien para ti el estímulo de tu acción ministerial y la fuente de tu energía apostólica”. (Pablo VI)
– Llevas al sagrario tus problemas personales y los de tu parroquia: el olvido de los alejados, la frialdad de muchos cristianos, las necesidades materiales y espirituales de los pobres.
– Sabes que “el sacerdote de rodillas ante el tabernáculo, con digna compostura, en profundo recogimiento, es modelo de edificación, una advertencia y una invitación a la plegaria para el pueblo”. (Pío XII)
– Es para ti cada feligrés un Jesús, y cada casa de tu parroquia un sagrario donde visitas y tratas con Jesús.
– Del sagrario de la Iglesia sales disparado, con la misma fe y amor, a estos sagrarios humanos. “Lo que hicisteis...”