VENERABLE DIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ Sacerdote diocesano
VENERABLEDIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZSacerdote diocesano

JESUCRISTO EN MI VIDA SACERDOTAL

        Jesucristo es para mí algo abstracto, una idea, creencia o mito; o una persona, un amigo de confianza, un Dios hecho hombre como yo.

 

        Me siento prolongación de Cristo, sellado eternamente con el carácter de su sacerdocio.

 

        Mi fe en Cristo es viva y operante. Siento entusiasmo por conocerle más, por amarle e imitarle con mayor perfección, hasta poder decir con San Pablo: mi vivir es Cristo.

 

        Con qué frecuencia tratas con Él. Lees con asiduidad el Santo Evangelio, lo meditas, lo asimilas con gozo.

 

        Cómo celebras la misa, donde tienes el más íntimo contacto con Cristo; eres su persona, y usas sus poderes; su cuerpo y su sangre son tuyas. ¿Cabe más? Le tocas y le das a los fieles en su palabra y en su Eucaristía con fe y amor ardientes. Con menos, no cumples.

 

        Te preparas y das gracias en tiempo conveniente para celebrar con más fervor e intimidad actual con Jesucristo, y ser el verdadero presidente de la fe y del amor de la asamblea.

 

        Cómo cuidas las celebraciones eucarísticas de tu parroquia con la participación plena, activa y comunitaria del pueblo de Dios.

 

        Fomentas el culto a la Eucaristía fuera de la misa, con oportunas celebraciones, y teniendo la iglesia abierta algunas horas al día.

 

        Al calor de Jesucristo en el sagrario enciendes tu celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas.

 

        Temes perder el tiempo en el sagrario, o “que el coloquio íntimo con Cristo retenga o frene el dinamismo de tu ministerio, o sea una evasión ante la molesta y pesada fatiga de tu entrega al servicio de los demás”. (Pablo VI)

 

        “Es más bien para ti el estímulo de tu acción ministerial y la fuente de tu energía apostólica”. (Pablo VI)

 

        Llevas al sagrario tus problemas personales y los de tu parroquia: el olvido de los alejados, la frialdad de muchos cristianos, las necesidades materiales y espirituales de los pobres.

 

        Sabes que “el sacerdote de rodillas ante el tabernáculo, con digna compostura, en profundo recogimiento, es modelo de edificación, una advertencia y una invitación a la plegaria para el pueblo”. (Pío XII)

 

        Es para ti cada feligrés un Jesús, y cada casa de tu parroquia un sagrario donde visitas y tratas con Jesús.

 

        Del sagrario de la Iglesia sales disparado, con la misma fe y amor, a estos sagrarios humanos. “Lo que hicisteis...”

 

 

Oración de intercesión

Dios misericordioso,

que en tu siervo Diego, sacerdote,

nos has dejado claro ejemplo

de amor a Jesucristo y a la Iglesia,

trabajando sin descanso

por la santificación de las almas:

te rogamos que, si es voluntad tuya,

sea reconocida ante el mundo su santidad

y me concedas por su intercesión el favor

que tanto espero de tu mano providente.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

 

(Para uso privado) Con licencia eclesiástica.

 

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