VENERABLE DIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ Sacerdote diocesano
VENERABLEDIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZSacerdote diocesano

PENSAMIENTOS SACERDOTALES

1.       Ya va siendo hora que los curas enfoquemos nuestro ministerio con fe. Todo está en dar con la esencia de la santidad, que es la fusión con Jesús, vivir para Jesús y lleno de Jesús. Lo demás es desenfocar nuestro cristianismo y nuestro sacerdocio.

 

2.      Ten en cuenta que un sacerdote santo da más gloria a Dios que muchos mediocres.

 

3.      Más aprovecha y más dura una palabra después de la oración que diez sin ella.

 

Soy sacerdote. Cristo mira con mis ojos, habla con mi lengua, ama con mi corazón. Cristo opera en mí. Soy instrumento de Cristo. Es el ministro principal. ¡Qué abnegación y limpieza pide todo esto! ¡Qué vigilancia, para que el yo no oculte, suplante o desfigure a Jesús en mí! ¡Qué vida interior se requiere para que Jesús tenga siempre relieve en mí y no borre sus aristas mi olvido, mi falta de oración y de presencia de Dios!


5.      Me siento muy inclinado a crecer en el conocimiento y amor de Jesús, mi Hermano Sacerdote. Vivirle a Él, tenerle siempre presente, ese es el ideal cristiano y sacerdotal.

 

6.      El apostolado es un desbordamiento del amor de Dios y de sacrificio hasta la cruz. No es andar, ni correr, ni saber cosas, ni hablar bien, no es simpatía ni halago, el apostolado es obra del Espíritu Santo que actúa por medio de un instrumento pobre y débil a sus propios ojos que se tiene por nada y se deja pisar por todos que ama mucho a Jesús y se abraza a su cruz para morir por Él y con Él en el desprecio de todos.

 

7.      Las obras de fogonazo de magnesio y tatachín necesitan poco tiempo, pero la verdadera recristianización que es “el que quiera venir en pos de mí, etc...” y no otra cosa, para toda clase de cristianos, va más poco a poco. (…) Hacen falta muchos apóstoles y no titiriteros y artistas. Creo que si viviéramos entregados a Jesús sus apóstoles, el mundo sería nuestro.

 

8.     Si yo fuese alma más de Dios, ellos serán, si fuese más eucarístico, ellos serían, que no está la cosa en decir sino en ser. El bien que haría si fuese más santo. Cuántos no conocerán a Dios ni se salvarán si yo no soy santo. Todo saldrá en el Juicio final.

 

9.      El sacerdote responde de la vida de Jesús ante la Parroquia. Podría decir a diario: ¿Qué puede hacer Cristo a través de mí? ¿Qué me hace falta para ofrecer una imagen cabal de Cristo?... No se trata de una postura forzada, es un amor que no se puede ocultar.

 

10.  ¡La Sta. Misa, un quehacer! ¡¡Es mi único quehacer!! Qué falta de fe. Todavía no ha calado del todo en mí que la Sta. Misa es mi único quehacer. He adelantado algo, pero no lo que debía. ¡Guerra a despachar la Misa! Mi Misa: He llevado algún sacrificio que poner en la patena de Jesús Víctima. He celebrado sobre el regazo de María. Intimidad con Jesús en su victimación.

 

11.   Aunque la actividad exterior, y la actividad humana, funcione bien, pero sin embargo, el espíritu con que deben hacerse esas cosas, el alma que las anima, está muerta o está paralítica o está adormecida. Entonces nos podría caber aquello del Apóstol: «aunque yo diese mi cuerpo a  las llamas, si no tengo caridad de nada me sirve».

 

12.  No debemos apoyarnos en la técnica ni en las estructuras. No digo que no son necesarias, sino que apoyarse en ellas no es cristiano. El cauce del río es preciso, pero no produce el agua, ésta viene de la fuente. Nuestro apoyo ha de ser “nuestra relación vital con Cristo. Cosa conocidísima, pero fundamental, indispensable, nunca bastante sabida, meditada, exaltada” (E. Suam, 24). Aquí está el punto de arranque, la médula de toda nuestra actividad: que los sacerdotes “nos llenemos de Cristo, nos asimilemos su espíritu y doctrina en virtud de un prolongado esfuerzo personal de reflexión y oración” (Juan XXIII, 13‑5‑61) (…) ¡Cuánto tiempo se pierde en discusiones y controversias en el asunto de jóvenes y viejos, y de éstas o de aquellas estructuras! Como si la fuerza de Dios la monopolizasen la prudencia o el vigor de los hombres, y la técnica de las estructuras de ayer o de hoy. El Reino de Dios, hoy como ayer, donde es auténtico, tiene la fuerza de crecimiento del grano de mostaza, y el poder de transformación de la levadura del Evangelio (Mt 13, 31‑33). Cristo la tenía porque el Padre y Él eran una misma cosa (Jn 10, 29). Pablo, porque en él vivía Cristo (Gal 2, 20).

 

13.  En el Sagrario nos espera Jesús para contestar a nuestras dudas, alentarnos, curarnos, fortalecernos y consolarnos.

 

14.  Ahí veo yo el error de muchos apostolados modernos tan calibrados y planificados, y tan poco reformados con la humildad y el sufrimiento. Obra humana en el mejor de los casos, pero reino de Cristo, no. Claro es que por desgracia muchos ni creen ya en la acción de la gracia y en la vida futura. ¡Qué cosas se leen por ahí! No se diferencian nada la Iglesia que quieren construir del paraíso la patria de la humanidad de la Internacional. Vamos adelante. Contamos con Cristo, pero nada con nosotros. Y ahí está nuestra fuerza. Todo lo puedo en aquel que me conforta. Y tampoco le debemos pedir ver nada. Tiene que ser "como si viera al Invisible, persevero firme en su propósito" de san Pablo (Heb. 11, 27). Sin ver nada y sin querer ver nada, con una fe de roca en su cercanía a nosotros. Hacen falta hombres de fe. Hay que pedirla. En un mundo secularizado o Iglesia secularizada en parte hemos de lanzarnos al arrojo de la fe.

 

15.   Obras que, aun buenas, nos desconectan de Dios o no nos unen más a Dios, son patrimonio de la muerte. Obras de vida son las que nos dan vida abundante en Dios. Las demás son obras de muerte. Porque aun creyendo que las damos a los demás, o es superficial o raquítica.

 

16.  La idea principal que debe dominarme en estos días es reavivar mi amistad con Jesús, sentir la necesidad que tengo de pensar constantemente en Él, dar a Jesús una existencia operante junto a mí las veinticuatro horas del día. Madre mía, ven a mí estos días para que entre Jesús en todo mi ser, como el calor del sol impregna los cuerpos.

 

17.   Evangelio y Sagrario y Él enseña mucho mejor que los habladores de los curas, que a veces no hablamos con vida, sino cosas que hemos leído sin sentido.

 

18.  Por amor de Dios no pierdan un minuto de oración por el apostolado. En esto no les alabaría aunque me dijesen que tenían 50 reuniones más. Todo es perdido si no se monta sobre la vida interior, en el amor a Jesús, al silencio y al sacrificio.

 

19.  ¡Qué equivocados estamos pensando que hay que moverse mucho para gobernar bien! Todo lo contrario. Hay que dejarse llevar de Jesús, y sólo ésta sabrá llevar bien al Jesús de su Comunidad: y con una palabra hará más que con mil si lo merece su oración, dice S. Juan de la Cruz.

 

20.Ten en cuenta que ese tren de apostolado exige una máquina de mucha potencia para arrastrar tanto peso, porque se trata de inyectar vida de Dios. Hay que darse más a la oración y al esfuerzo interior. Sin esto caerías en lo que tú misma criticas de los curas. Por eso están tan fríos los pobres porque les falta vida. Todo se les va en reuniones y estudios de planes, pero no van a la fuente a beber, no comen la palabra que les vivifica en el silencio y en la mortificación de las cosas del mundo.

 

21.  El conocimiento de las ovejas no es un conocimiento sociológico, o psicológico, como un oficinista de estadística de la Iglesia. Es un conocimiento que nace del amor y lleva al amor. «Como yo conozco al Padre…» que le impulsa a «buscar solo la gloria del Padre». «A la manera que el Padre me conoce y yo conozco al Padre… Y yo entrego la vida por las ovejas…» (cf. Jn 10, 15). Como conoce una madre a su hijo… Es un conocimiento que nace de la fe, del valor de las almas, de la sangre de Cristo. Los conoce por su nombre: una a una y por su nombre, como un padre. El conocimiento masivo no es pastoral. 

Oración de intercesión

Dios misericordioso,

que en tu siervo Diego, sacerdote,

nos has dejado claro ejemplo

de amor a Jesucristo y a la Iglesia,

trabajando sin descanso

por la santificación de las almas:

te rogamos que, si es voluntad tuya,

sea reconocida ante el mundo su santidad

y me concedas por su intercesión el favor

que tanto espero de tu mano providente.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

 

(Para uso privado) Con licencia eclesiástica.

 

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