- o ¿Están preocupadas por el cambio de hábito, hablan mucho de eso, discuten...? Pues, para mí donde hay esos problemazos de los niños no debiera tener ganas ni siquiera de hablar de cambio de
hábitos, sino ese dinero entregarlo a los niños. Por eso, me hierve la sangre ante esas miserias, y que las religiosas no pongan toda la carne en el asador por amor a Cristo. Ríase usted de
compromisos y lástimas donde no se vea en cada niño a un Cristo crucificado. Serán nubes de verano; y lo que hace más falta de todas las cosas es la constancia de los santos que no cejaban ni ante la
misma muerte anónima, porque hoy se usa mucho la muerte de la metralleta en brazo, pero la muerte de Cristo callado y en cruz no es muy frecuente. (...) A ver si se juramentan todas las hermanas a no
hablar más del hábito, y a sacrificarse en silencio, para no dejar la oración aunque se mueran en la capilla, y a buscar siempre lo que agrada a sus hermanas y lo peor para ellas, y otras cosas. Y
eso son los compromisos que prefiero yo, que los demás vienen sin mesas redondas ni nada de eso, sino alrededor del Sagrario.
- o Precisamente por este desbordamiento de conocimientos de cosas buenas, que se deberían saber, pero por el modo como se procuran, desatan a las monjas y las sacan de quicio, hay que llevar
más cuidado de lo que se emprende por fuera. Si no es una cosa que manda y de aplicación precisa no salga a cursillos y a nada. Hay que frenar a las monjas. Olvidan lo que es sustancial y el arma que
Dios les ha dado, su vida de oración y vencimiento.
- o Yo
le pido, hermana, que viva dentro del convento como si estuviese sola. Viva ciega, sorda y muda. Sujete la imaginación, que como loca la querrá enloquecer. Átela como se sujeta a un perro dañino, con
cadena fuerte. ¿Sabe qué cadena le voy a dar?, pues la que conoce de S. Juan de Ávila: “¿Adónde estás cuando en Jesucristo no estás?” Buena cadena. Cuando se vea inquieta o distraída, repítase esa
frase, y siéntase muy unida, pegada siempre al Esposo, que Él conoce muy bien sus deseos. Y si yo, ruin y pecador, haré cuanto pueda por satisfacerlos, ¿qué no hará Jesús? Los ojos en el Señor, que
Él hará que “no tropiecen sus pies en el lazo”. No mire nunca al lazo, que tropezará, sino sólo al Señor, y El se encargará de que nada le pueda estorbar el cumplimento de sus deseos de amarle más y
mejor. Usted ocúpese sólo de limpiar estos deseos más y más, y lo demás déjeselo a Él. Ama mucho a las almas que le aman.
- o De
esa experiencia me agradaría que sacases una gran ansia de entregarte a la formación cristiana de las religiosas, porque no cabe duda que si tuvieran una formación básica fuerte, las defecciones
serían menos. Las enseñamos a rezar y a hacer experiencias apostólicas, pero no la abnegación y el sacrificio del anonimato de la caridad, en la vida de comunidad o de familia. Lo queremos arreglar
todo con recetas naturalistas de virtudes naturales ficticias y aparentes, sin el alma de la fuerza de la cruz de Cristo, y estamos sacando monjas de papel.
- o Las monjas de clausura tienen que dar mucha cuenta al Señor, si no se entregan en cuerpo y alma a vivir los intereses de Cristo, pues no tienen ningunos impedimentos del mundo que tanto
penan nuestra entrega. San Juan de Ávila dice a unas monjas Clarisas, que cuántas madres de familia querrían estar libres para dedicar muchas horas a estar con Jesús. Vosotras podéis y debéis estar
todo el día aunque sea en el huerto. ¡Qué pena que vivan las monjas de clausura con las mismas pasiones e impedimentos que los de la calle! A cortar en seco todo lo que estorbe, y lo primero, el
maldito amor propio que es la maroma que impide la contemplación, es decir la unión constante con Dios. Tómelo en serio y no se fije en los defectos de los demás sino en los suyos. Juzgue bien a
todas y hable bien de todas, aunque sean palpables sus defectos. Cierre los ojos para ver los pecados de las otras, y ábralos bien para ver los suyos.
- o La
mayoría de las que quieren marcharse, se marchan por infidelidad al Señor ya vieja. Y cuando se ven con un pie en la calle, se pasman y acuden diciendo que se ahogan. Pero no sentían el ahogo cuando
dejaban la oración, cuando no eran mortificadas en ver y oír cosas, cuando guardaban rencor y antipatías, cuando perdían el tiempo en conversaciones con personas que nada les podían enseñar, etc.,
etc.; la voluntad de Dios es que se retiraran a hacer penitencia a la soledad para atraer las gracias de Dios y volver a servir al Señor en los puestos más bajos y humildes. Poquitas se marcharían si
examinaran su vocación a la luz de la Pasión de Jesús.
- o ¡Cuánto me alegro de que estés en tu centro! Pero el centro no está en el convento sino en “tu vida escondida con Cristo en Dios”.
- o Todas sois arrastradas con el vértigo de la acción. Y todo es ver el mal, pero como no nos paramos a pensar, no viene la reforma. Es una equivocación rotunda eso que dices que los jaleos no
tienen la culpa, sino tú. No y no. Todo lo que es vértigo, jaleo, prisas, multiplicidad de cosas, inquietud y nerviosismo, todo eso, aunque sea por actuaciones religiosas, no es bueno, impide la
unión con Dios. Sta. Teresa también se movió, pero iban encerradas en un carro, y cuando salían del carro andaban con los velos echados, hablaban sólo de Dios y trabajaban sólo por las fundaciones de
la reforma. Esa idea es un engaño. En un caso concreto y pasajero, no sé qué será mejor, pero ese ajetreo de un modo habitual, yo no lo aconsejo.
- o Cuente por tanto con la incomprensión y persecución de los buenos, pues los que se contentan con la mediocridad en todo son los mayores enemigos de la perfección radical del Evangelio, y
vendrán críticas y burlas y el infierno entero se desatará contra usted si lo toma en serio, sin ceder ni un milímetro. Todo lo que se habla hoy de apertura no es más que guerra abierta al Evangelio
auténtico. Es echarle agua al vino generoso, y así no le va quedando a la vida religiosa más que el color, pero nada de sabor cuando uno la gusta.
- o Sobre todo a cuidar la salud para tener una monja útil, y una cabeza sobre los hombros. Porque, si falta el alimento, se comienzan a ver visiones y a crearse problemas, cuando muchos líos
de los conventos se solucionarían con jamón y caldo de pollo.
- o Esa es toda mi pretensión contigo, reducir la vida religiosa a la obediencia y a la humildad sin más preocupaciones.
- o Supongo que las Hermanas le ayudarán a llevar la cruz, como obligación tienen, ya que el convento no lo ha de mantener solo la Madre, sino las hijas con la Madre. Dios quiera despertar y
fortalecer esta conciencia en sus hijas para que con la oración, el sacrificio y el consejo humilde y caritativo trabajen todas a una por curar el cuerpo místico de Jesús de las heridas materiales y
espirituales que sufre en su escalada del Calvario, que es la vida.