VENERABLE DIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ Sacerdote diocesano
VENERABLEDIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZSacerdote diocesano

Celebración Eucarística, en la apertura del centenario del nacimiento de D. Diego Hernández 13 de Enero de 2014, S. Pablo, Alicante

 

 

Queridos hermanos, nos reunimos en la apertura del Centenario del Padre Diego en la Parroquia de S. Pablo de Alicante.

 

Una celebración llena de gratitud a Dios por su persona y por su obra, gracias a la cual en sus manos y por su labor sacerdotal han fraguado en la fe hombres y mujeres verdaderamente apóstoles de nuestra Iglesia diocesana. Todavía hoy encontramos personas de nuestra diócesis trabajadas por él, troqueladas por su amor a Jesucristo; amor que le distinguió, de ahí su frase: «¡No tengáis más que un amor, el de Jesús».

 

Se ha destacado en la espiritualidad de D. Diego Hernández su acendrada vivencia de la bondad de Dios Padre, su intensa vivencia como “hijo en el Hijo”, surgida con el bautismo. Nos produce un gran bien valorar esta vertiente de su espiritualidad precisamente el día siguiente de la Fiesta del Bautismo de Jesús, en la que no sólo hemos oído en el Evangelio de S. Mateo (Mt 3, 13-17) la voz del Padre señalando al que es su Hijo amado, sino que la liturgia de la Iglesia nos animaba a vernos hijos en el Hijo, a sentirnos amados, desde el misterio del Bautismo en nosotros, verdadero inicio de nuestra vocación cristiana, de nuestra vida de hijos de Dios, a la que hace referencia D. Diego en sus escritos. Desde esa conciencia de hijo anima él a mirar a Jesús que tan sólo se gozaba en hacer la voluntad del Padre, y a vivir en total confianza y amor hasta el abandono en los brazos del Padre, por lo que afirmará que no cabe el desánimo en la vida cristiana, pidiendo en sus cartas una fe total en Dios precisamente porque es muy Padre. Esa paternidad será para D. Diego todo un estilo, todo un referente para los hombres, pues, “pueden imitar la bondad y la misericordia de Dios”, recordando como Jesús nos propuso al Padre como modelo de perfección.

 

Pero D. Diego no sólo siente necesidad de imitar al Padre y reflejarlo, el hará de toda su vida un caminar hacia la casa del Padre, sabiendo que –como dice en sus escritos- el Padre no es sólo el punto de partida del más grande amor, sino el punto de llegada final: «Hemos de andar el camino que nos lleva al Padre”, y decía: «Tu destino y casa son los brazos del Padre Dios y el corazón de su Hijo».

 

El consagró su vida a ser un apóstol, a tener un corazón que viviera y enseñara todo esto. Ya en sus inicios ministeriales en Fuensanta de Lorca, nada quiere que le distraiga, pues dirá: «las almas me están esperando»; en Villena muchas gentes conocen pronto a un auténtico pastor con sensibilidad para captar y estar cerca de las necesidades de su gente, y muy pronto, a medida que aumenta su pasión por Jesucristo, toda su vida se centrará en comunicarlo, centrándose en amarle y ayudar a que otros le amen. De ahí se configurará el sacerdote entregado totalmente a ser sacerdote, que tiene en su base de ser sacerdote el silencio orante, el sagrario, al Señor. Que desde ahí predica y acompaña; encandilado en el amor a Dios, pero, a la vez volcado a proclamar incansablemente ese amor que bien conoce. Hombre de profunda contemplación y oración y hombre de auténtica fiebre apostólica.

 

De ahí brota en él una verdadera paternidad espiritual, el impulso de «pintar a Jesucristo en las almas». De ir ofreciendo el camino de Cristo a los que acuden a él. Que hermoso contemplar en este marco el precioso relato del Evangelio de hoy, las llamadas de las que nos habla S. Marcos (Mc 1, 14-20) y que acabamos de escuchar. Todo su dinamismo se desprende de la mirada y de la llamada de Jesús. No es iniciativa del hombre, sino de Dios, el camino que Él presenta, y ante el que se produceel seguimiento por la confianza y la entrega a la persona de Jesús. Dejando cosas, porque se lleva la mirada puesta en un camino que nace de una palabra cargada con una promesa que mueve al seguimiento. Jesús va al encuentro de nuestra vida para cambiarnos el destino. Tiene una mirada que elige, que transmite energía, que revela una identidad y la hace posible, que hace salir de las arenas movedizas, que, a veces, es la vida.

 

Él sigue llamando a seguirle, a ser «pescadores de hombres». D. Diego Hernández, que nació el próximo día de Navidad hará cien años, al oír su voz le dijo sí, y se entregó a ser pescador de hombres, apóstol y discípulo suyo, ejerciendo la paternidad espiritual en muchos hijos de nuestra diócesis, ejerciendo esa hermosa tarea de “acompañamiento personal” que el Papa Francisco destaca notablemente en su Exhortación “EvangeliiGaudium” (nº 169-173), una tarea en la que se veía impulsado a «pintar a Jesucristo» en las almas, una tarea incansable que le llevó a una entrega total a predicar, a acompañar espiritualmente y a ayudar en un denso epistolario.

 

Por todo ello venimos a dar gracias a Dios por la persona de D. Diego, por su densa entrega apostólica sembrada en nuestra Diócesis de Orihuela-Alicante, pidiendo que según sea la voluntad de Dios sea el futuro de su proceso sobre su vida y virtudes. Demos gracias al Señor por su siembra de bien en la vida de los hombres y mujeres apóstoles de nuestra Iglesia diocesana. Que la providencia determine; mientras, nosotros seguiremos cuidando su memoria y alabando a Dios por el bien que hizo a tantos de los nuestros por medio de D. Diego, y suplicándole por nuevas vocaciones sacerdotales entregadas a ser pescadores de hombres, como el Evangelio de hoy nos decía, y por hombres y mujeres de nuestra diócesis deseosos de vivir su radical vocación a la santidad. Así sea.

 

+ Jesús Murgui Soriano

Obispo de Orihuela-Alicante

 

 

 

Oración de intercesión

Dios misericordioso,

que en tu siervo Diego, sacerdote,

nos has dejado claro ejemplo

de amor a Jesucristo y a la Iglesia,

trabajando sin descanso

por la santificación de las almas:

te rogamos que, si es voluntad tuya,

sea reconocida ante el mundo su santidad

y me concedas por su intercesión el favor

que tanto espero de tu mano providente.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

 

(Para uso privado) Con licencia eclesiástica.

 

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