PRÓLOGO
En plena celebración de los 450 años de nuestra Diócesis, tenemos la oportunidad de recordar a D. Diego Hernández, ejemplar sacerdote diocesano, con motivo del centenario de su nacimiento, ofreciendo una importante muestra de su pensamiento y enseñanza.
A lo largo de este Año Jubilar, de acción de gracias a Dios, por los cuatro siglos y medio de vida diocesana propia, es importante dar un especial relieve al recuerdo de aquellos hijos de nuestra Iglesia que destacaron en su ejemplaridad creyente y tarea evangelizadora en diversos ámbitos –la familia, la parroquia, la escuela, el seminario, y las vocaciones, las instituciones benéficas, las congregaciones religiosas, la religiosidad popular, o la acción social, cultural y artística-, y todavía más si cabe, con especial afecto, debemos recordar a quienes fueron educadores de apóstoles en esos campos. D. Diego Hernández pertenece a ese grupo, que Dios ha ido dando continuamente a nuestra Iglesia, y que ha ido realizando una cuidadosa paternidad espiritual hacia quienes, desde el sacerdocio ministerial, la vida consagrada, o el compromiso laical en el mundo, tenían que ser apóstoles de nuestro pueblo.
Así nuestra Diócesis mira y cuida la memoria de D. Diego Hernández (1914-1976), siervo de Dios, que como sacerdote diocesano sirvió generosamente a nuestra Iglesia, desde diversos ámbitos y encargos, sobresaliendo con una dedicación ejemplar –durante 22 años- en la formación sacerdotal y la dirección espiritual.
Pero su magisterio espiritual no se redujo sólo al encuentro y la entrevista espiritual con los seminaristas, religiosas o laicos. A la vez, durante esos años, este magisterio será docente y académico, como profesor de Ascética y Mística, que ejerció con gran preparación, a pesar de que no contaba con ninguna titulación universitaria superior. Incluso esta labor docente no sólo se limitó a las aulas del Seminario diocesano, sino también al noviciado de las HH Carmelitas del Monte Carmelo de Orihuela y a los PP. Franciscanos de Orihuela.
Fruto de esos años de magisterio son los apuntes que redactó y se mecanografiaron pronto como contenido para las lecciones. Apuntes sencillos, sobrios, pero de gran calado, en los que se manifiesta la sabiduría teológica y espiritual del autor, y el abundante conocimiento de la doctrina de las fuentes clásicas de la espiritualidad y de la doctrina de la Iglesia. Por medio de estos apuntes se puede conocer mejor la mente de D. Diego, en muchos detalles, de los que destacamos dos: 1) el diseño global con el que son construidos: no hay ningún tema de interés para la vida espiritual que no se medite y se recoja en el conjunto de los 100 temas que se exponen; pero todo ello trazado de manera inteligente, sin yuxtaposiciones inconexas o repeticiones estériles; 2) en el tratamiento de los temas se observa que no rehúsa cuestiones que requieren un delicado y fino discernimiento espiritual, que resuelve siempre con gran prudencia, sensatez, y apoyado en la tradición de la Iglesia. La lectura de estos apuntes confirma que D. Diego rebosaba de una abundante ciencia e inspiración del Espíritu a la hora de señalar el camino espiritual del hombre hacia Dios, lo que le convierte en un firme Maestro de vida espiritual, en un acendrado Pastor de almas.
Estos apuntes, con el paso del tiempo, no han perdido ni vigor ni actualidad, a pesar de los lógicos límites de su contexto histórico. Pueden seguir ofreciendo abundantes pistas y sugerencias para un renovado acercamiento a la vida cristiana y espiritual. Pueden ser un punto de referencia válido aún hoy para iniciarse en muchos aspectos de la vida espiritual, como por ejemplo, la vida de oración, a la que dedica 23 temas —un cuarto del contenido—; o el planteamiento de la vocación a la santidad iluminado no solamente desde el planteamiento clásico de los autores espirituales, sino también desde las aportaciones próximas del Concilio Vaticano II. De particular relieve son las perspectivas cristocéntricas y trinitarias con las que plantea la naturaleza de la vida espiritual, que brotan del bautismo y que conducen al cristiano a una asimilación y configuración vital con el misterio de Cristo a través de las virtudes teologales.
Por ello, es un motivo de alegría que nuestro Seminario Mayor Diocesano, haya decidido ahora publicar estos apuntes no sólo como un rendido homenaje a D. Diego, coincidiendo con el centenario de su nacimiento, sino como un renovado compromiso de conocer mejor y difundir más ampliamente su pensamiento y su figura, de tal manera que este libro pueda ayudar a ser instrumento de formación espiritual aún hoy.
Recomiendo el libro a todos aquellos que quieran adentrarse en las sendas del Espíritu, especialmente a los sacerdotes, que están llamados de un modo especial a ser, en el Espíritu, maestros, guías y pastores; a los religiosos y religiosas, para los que se incluyen notables temas sobre su vida y vocación, y a todos los cristianos comprometidos en las tareas de apostolado, puesto que en este libro encontraran un itinerario de renovación espiritual que les impulsará más y mejor a la misión evangelizadora que emplaza a toda la Iglesia en este tiempo concreto.
Deseo que esta publicación sea la primera en una cadena de estudios que pongan más de relieve no sólo la figura y la talla espiritual de D. Diego, sino que pongan al alcance de todos el patrimonio espiritual de nuestra querida Diócesis de Orihuela-Alicante y alienten una renovada pastoral impulsada por la acción del Espíritu Santificador.
Mi gratitud a los responsables de nuestro querido Seminario Mayor y a quienes con ellos, ha hecho el trabajo de transformar los apuntes en libro y han hecho posible su publicación. Que el saber y, sobre todo, el ejemplo de D. Diego sirva para promover vocaciones a la hermosa tarea del “acompañamiento personal” que el Papa Francisco destaca en “Evangelii Gaudium” (nn. 169-173). Que sigan su estela abundantes maestros de apóstoles para la evangelización de nuestra tierra, en esta hora de una renovada misión.
Con mi afecto y bendición
✠ Jesús Murgui Soriano
Obispo de Orihuela-Alicante