VENERABLE DIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ Sacerdote diocesano
VENERABLEDIEGO HERNÁNDEZ GONZÁLEZSacerdote diocesano

Rvdo. José Luis Casanova Cases, Vicepostulador

 

 

«Por ley ordinaria, Dios prefiere manifestar sus maravillas por medio de quienes, hechos más dóciles al impulso y guía del Espíritu Santo, por su íntima unión con Cristo y su santidad de vida, ya pueden decir con el Apóstol: “Ya no vivo yo; es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 20)» (Presbiterorum Ordinis, 12).

 

La experiencia espiritual en don Diego nos sitúa en lo fundamental para todas las espiritualidades, que es todo lo que pertenece al depósito de la fe en la Iglesia. Él mismo realiza un resumen de cuáles son las claves de la espiritualidad cristiana. A la luz de la vivencia de don Diego, podemos señalar como acentos de quien «camina según el Espíritu» (cf. Gál 5, 16):

 

         a) Una espiritualidad teológica vivida, con la fuerza del dogma y la experiencia teologal personal, que se traduce en actuaciones impregnadas y fundamentadas en la Sagrada Escritura, la Tradición, la liturgia y la «teología vivida» de los santos de la Iglesia.

 

         b) Una espiritualidad eclesial de comunión que brota del amor trinitario, vivido en el Cristo-total (Iglesia), en obediencia fiel y amorosa, armonizando la dimensión universal con la particular y concreta, y orientándolo todo a la edificación amorosa de la Iglesia.

 

         c) Una espiritualidad mística sacramental, «experiencia, desarrollo y consumación de la gracia recibida en los sacramentos de la iniciación cristiana», llamada y exigencia a la santidad como «plenitud de la vida cristiana y perfección de la caridad» (cf. LG 40).

 

         d) Una espiritualidad mistagógica de santidad que pedagógicamente «encarnada», y adaptada a la realidad dinámica concreta, (histórica, eclesial, comunitaria y personal), ayuda e introduce en una vida de relación con Dios y de entrega al prójimo, unificada en hacer siempre la voluntad de Dios.

 

         e) Una espiritualidad apostólica, transparencia de Cristo como fruto de la acción del Espíritu Santo, radicalmente evangélica, eclesial y misionera, y que se desarrolla eucarísticamente para el sacerdote en una caridad pastoral de la santidad, «para que tengan vida y la tengan abundante» (Jn 10, 10), mediante la «gracia de la paternidad».

 

Con un lenguaje sencillo y claro, a la vez que lleno de contenido magisterial y teológico, propone don Diego una santidad exenta de fenómenos extraordinarios. Un camino todo de amor a Jesucristo y su Cuerpo que es la Iglesia, en los brazos del Padre y guiado por el Espíritu Santo en unión con María, Virgen y Madre. Vivido en las virtudes teologales, alimentado por la vida sacramental, las virtudes evangélicas, la lectura-reflexión y la ayuda mutua. Unificado en el cruce divino de miradas: «Al Padre para glorificarle, a Sí mismo para ofrecerse, y a los hombres, para santificarlos. Estas deben ser las miradas del cristiano vivificado por la caridad de Cristo».

 

Es fácilmente perceptible que una de las aportaciones más importantes de don Diego a la vida de la Iglesia es la armonía vivencial que ensambla los rasgos doctrinales fundamentales y fundantes de la teología con la evangelización. «Vivir a Jesucristo». Desde la unión ontológica (bautismal y presbiteral) con Cristo, ha sido adentrado en el misterio trinitario, mediante una vivencia filial-fraterna-eucarística, mariana y eclesial que se manifiesta y se afianza teologalmente mediante el ministerio pastoral. Su experiencia de Dios, por gracia y misericordia, ha producido en él una penetración y apropiación de la objetividad cristiana de santidad.

Consagrado y enviado para la misión de evangelizar, don Diego, no sólo muestra unidas la teología y la santidad, sino que las vive en un dinamismo apostólico, cuya fecundidad depende de la eclesial «unión vital con Cristo».

 

Consecuentemente, su vida y doctrina nos recuerda que toda la vida cristiana y acción evangelizadora deben estar centradas en la certeza prioritaria de procurar la mayor docilidad y atención al Espíritu Santo, para que se produzca la creciente y transformante unión moral con Cristo, y así actúe su gracia con total libertad, convencido de la doctrina del doctor de Fontiveros: «entonces harían más y con menos trabajo con una obra que con mil».

 

Al concluir este conciso trabajo, ciertamente muy incompleto, la expresión que brota es: «sí, éstas líneas esbozan a don Diego, pero no del todo... es más». Seguramente sólo se ha plasmado un mal bosquejo. Pero, pueden dar pie a otros para seguir realizando esta ascensión «en cordada», hasta las profundidades de un sacerdote diocesano místico y testigo, padre, maestro y mistagogo de la vida cristiana en santidad. En definitiva, un signo e instrumento vivo y transparente de Cristo, «Cabeza, Pastor, Siervo y Esposo», que bajo la actividad y guía del Espíritu Santo, ha vivido, con María en la Iglesia, el gozo de la santidad por el camino de la caridad pastoral en fraternidad apostólica. Don Diego es un testigo del amor de Dios y maestro de la vida espiritual.

 

Las últimas líneas son sus palabras, las cuales deseo que sean una realidad al finalizar: «Creo que mi recuerdo le llevará al de Jesús, como me parece que siempre he enseñado. Si no es así, ¿de qué sirve todo recuerdo?».

 

 

 

Oración de intercesión

Dios misericordioso,

que en tu siervo Diego, sacerdote,

nos has dejado claro ejemplo

de amor a Jesucristo y a la Iglesia,

trabajando sin descanso

por la santificación de las almas:

te rogamos que, si es voluntad tuya,

sea reconocida ante el mundo su santidad

y me concedas por su intercesión el favor

que tanto espero de tu mano providente.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

 

(Para uso privado) Con licencia eclesiástica.

 

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